Para el día de hoy (18/04/17)
Evangelio según San Juan 20, 11-18
Con
un destrato a veces cruel, María Magdalena se la ha encasillado en
cuestiones de índole moral sin fundamento histórico, literario ni
evangélico, y así se ha relativizado su enorme estatura espiritual y su
relevancia fundamental para la Iglesia. Más aún, en los últimos tiempos y
a partir de especulaciones absurdas se ha montado un pingüe negocio
editorial y audiovisual, el que es dable razonar como intención
primordial antes que ansias de verdad. Las teorías conspirativas
recaudan mucho dinero sin importar certeza ni justicia.
Por
otra parte, con un dócil y triste conformismo hemos aceptado
irreflexivamente todos los rótulos que a ella le han impuesto -pecadora,
prostituta, penitente- y de ese modo renegamos y soslayamos lo que
verdaderamente cuenta, su importancia como mujer creyente, como
discípula y como apóstol de los apóstoles.
Porque
Santa María Magdalena es una mujer de fé que, a pesar de que todo
indica lo contrario, de que campea el miedo, de que los varones cercanos
al Maestro han huido y están ocultos atenazados por el miedo, permanece
fiel en un amor que no se resigna ni se doblega, corazón demolido pero
erguido al pié de la cruz.
En
ella podemos descubrirnos cuando las sombras de la muerte y los
silencios tristes nos cercan los días. En ella están todos aquellos que
aún cuando porten algunas razones equivocadas, no se abandonan porque no
se aferran a ideas sino que están indisolublemente ligados a Alguien.
Las lágrimas que anegan su horizonte no impiden que pierda su centro,
ese Maestro que supone habitante del sepulcro frío.
En
el tiempo de la Gracia, ya no hay más imposibles y hay un destierro de
los nunca, de los jamás, de los no se puede. Ese sepulcro al que imagina
hogar de un cadáver, es hueco inútil de una muerte que está en fuga
definitiva, a la que sólo le queda retroceder.
Con
sus errores y confusiones, con una tristeza que parece permanente,
prevalece ese amor que la moviliza en la madrugada solitaria, y es ese
amor el que la hace descubrir al Maestro vivo, Cristo resucitado,
encuentro y re-encuentro que salva.
No
hay nada más importante, y esa prisa le pone alas a sus pies y a su
corazón, y es una noticia que debe ser comunicada, mandato urgente de
que Jesús de Nazareth está vivo, que la muerte no tiene la última
palabra, que la vida y el amor de Dios prevalecen.
Ella
es mujer y en la sociedad de su tiempo es una nadie, alguien que no
tiene derechos ni ha de ser tomada en cuenta. Ella es pequeña, de esos
pequeños a los que Dios inclina su rostro y se revela en todo su
esplendor.
Ella
tiene el asombroso mandato y la enorme misión de ser testigo del Cristo
vivo a la Iglesia, a aquellos que se han escondido por el miedo y la
desazón, por una Pascua que tienen pendiente. Ella es apóstol de los
apóstoles, mensajera crucial para que ellos puedan cumplir con su misión
a todos los confines del mundo.
Quiera
Dios que volvamos a descubrir la importancia de todas las Magdalenas
que tenaces y fieles nos siguen diciendo que Cristo está vivo, que la
vida perdura, que la muerte no es el final.
Paz y Bien
6 comentarios:
Gracias.
¡Feliz y Santa Pascua de Resurrección Ricardo.!
¡EL VIVE! ¡ALELUYA.!
La tumba esta vacía. Que gran noticia. Dios todo lo renueva.
Feliz Pascua.
Un abrazo.
Gracias a usted por su grata y constante presencia, Camino
Paz y Bien
Muchas felicidades, querida Marian! Que el Resucitado sea siempre tu alegría y tu esperanza
Paz y Bien
Gracias, Rayén, por tu presencia y tus palabras. Muy feliz Pascua!
La tumba vacía es la afirmación de un Dios enamorado de la vida, de la creación, de todos y cada uno de nosotros, sus hijos queridísimos.
Un abrazo
Paz y Bien
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