Tomás, el encuentro personal con Cristo









Segundo Domingo de Pascua

Domingo de la Divina Misericordia


Para el día de hoy (23/04/17):  

Evangelio según San Juan 20, 19-31





Para contemplar en toda su profundidad el acontecer humano, es menester no quedarnos en abstracciones puras ni en esquemas anacrónicos, es decir, mirar con ojos de este tiempo ciertas cuestiones acaecidas siglos atrás. Así, frente a la lectura que hoy nos propone la liturgia del día, permanece inalterable el milagro de la fé pero el contexto excede nuestros prejuicios por lejos. 

Esos hombres estaban encerrados por temor a persecuciones y represalias por parte de los dirigentes religiosos; ellos habían visto detener como un criminal peligroso al Maestro, y a pesar de dispersarse, conocieron de cerca las torturas que sufrió, el juicio amañado, las burlas de la soldadesca, su muerte en la cruz.

Son hombres que han pasado por instancias terribles, es una comunidad que se ha gestado caminando junto a Jesús de Nazareth durante tres años, portando todos sus sueños y esperanzas, y que ahora, además de derrotados se sienten solos, abandonados, librados a una suerte incierta. 
Precisamente ese es el contexto de la escena que hoy contemplamos: los discípulos están encerrados por temor y porque no está con ellos Cristo, quien es la puerta, el camino, la verdad y la vida, revestidos del temor a ser exonerados de la vida nacional, religiosa, comunitaria y hasta familiar.
Pero no hay puerta ni ventana que que pueda impedir la presencia del Señor. En las cerrazones más excluyentes Él se hace presente, re-creando la paz, la esperanza, la misión de los que se han resignado, demolidos sin horizontes, entregando su don mayor, su Espíritu que hace nuevos corazones y existencias.

Tomás no estaba con ellos. Contrariamente a cualquier lectura lineal, Tomás en ningún momento duda de Cristo. 
Tomás duda del testimonio de sus hermanos, y razones no le faltan. A esa pequeña comunidad la había invadido el miedo y la desazón les mordía la confianza, y siendo él mismo parte de ellos, sus dudas se mantienen.
Ocho días manteniéndose así, obstinado y dubitativo, queriendo la certeza de la presencia del Señor; aún así, con todo y a pesar de todo, Tomás no rompe la comunión. 
Seguramente hay en ellos un serio problema que suele persistir en nuestras comunidades, y es que en sus rostros no hay nada bueno que leer. Muchos no leerán otro Evangelio que la Buena Noticia que predique nuestra vida cotidiana, nuestros gestos, nuestras acciones, nuestra búsqueda de justicia, nuestra compasión.

La fé es don y misterio y es mucho más que la adhesión doctrinal: la fé acontece a partir de un encuentro personal con el Resucitado que nos busca, nos conoce y le reconocemos por esas llagas en sus manos, la herida en el costado, señales de amor y fidelidad., Dios encarnado que se ha hecho vecino, hermano en nuestras penas y alegrías, que cargó en sus hombros todas nuestras miserias, que muere en la cruz para que no haya más crucificados, que venció a la muerte, que encabeza la inmensa caravana de una vida que no se termina, que apenas amanece. 

Allí, como Tomás, a partir de ese encuentro decisivo de fé y existencia, le reconocemos Señor y Dios nuestro, promesa y profecía, la serena alegría que no se agota y que se derrama fértil sobre todos los que se atreven a creer.

Paz y Bien



2 comentarios:

camino dijo...

la fé acontece a partir de un encuentro personal con el Resucitado, gracias,Dudar, caer, arrepentirse, llorar, cansarse, reír, suspirar, levantarse; esto es la Fe. Gracias.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

La fé que se nos ha dado, que nos restaura, nos sostiene, nos plenifica.

Dios sea con usted

Paz y Bien

Publicar un comentario

ir arriba