El fin del carnaval, con la Pascua en el horizonte

Miércoles de Ceniza

Para el día de hoy (09/03/11):

Evangelio según San Mateo 6, 1-6.16-18

(El Miércoles de Ceniza señala el comienzo de la Cuaresma, y de suyo puede traernos un cierto sabor a tristeza, a negatividad, a desierto insuperable.
Lleva consigo el aparente fin de la alegría, pues significa que la fiesta del Carnaval ha terminado; sin embargo, puede decirnos también que se caen disfraces y máscaras que esconden nuestros rostros verdaderos.
Porta sin anestesia el duro símbolo de la ceniza, de lo que perece, una imagen de desolación, de fuego que aniquila todo, de temporales que nos dispersan la vida en el torbellino de nuestras miserias, en la crudeza de nuestra insignificancia; sin embargo, nuestro Dios se hace viento bueno para para re-unirnos y re-hacernos, para renacer aún cuando todo indique que prevalecerá la muerte y la nada.
Aún cuando todo se nos haga desierto, en el horizonte se vislumbra la Resurrección, el nuevo y definitivo amanecer de la Pascua.

El Maestro nos propone el camino a recorrer para este rehacernos, para el reencuentro con el Creador.
Este andar hacia Dios pasa inevitablemente por el hermano; quizás la Cuaresma signifique también redescubrir al prójimo en toda su dimensión y especialmente desde sus necesidades.

¿Cómo se realiza ese camino de reencuentro?
Desde la justicia de Dios -que es Misericordia- y que se expresa a través de la oración, el ayuno y la limosna.
Una oración que es ante todo escucha más que suma de palabras, confianza de niños en un Padre que nunca dejará de cuidarnos, necesidad plena de perdón y liberación que se encuentra en el pozo profundo del corazón, aún cuando estemos sumergidos en la multitud. Más aún: una oración que abre otros espacios -otras habitaciones- en medio de la muchedumbre y el anonimato de nuestras ciudades, de la huidiza vida contemporánea.
Un ayuno que no pasa tanto por una privación ritual y medida de alimentos en días predeterminados, sino que se convierte en alabanza cuando el pan nuestro y suyo llega a la mesa del necesitado, cuando se reniega abiertamente con acciones concretas de la inhumanidad del hambre y la afrenta de la miseria.
Una limosna que dice que el Reino supera por lejos cualquier medida racional, que otro mundo es posible desde la justicia de la viuda pobre que ofrece sus pequeñas monedas de supervivencia para que el otro no pase necesidad.

En la esperanza que se sostiene más allá de todo cálculo, caminamos al renacer de nuestras nadas recreadas y plenas de sentido en la Resurrección de Jesús)

Paz y Bien

2 comentarios:

Angelo dijo...

Que nos sintamos unidos, pidiendo unos por otros, para que sepamos estar abiertos a la gracia que este tiempo trae para todos. Un abrazo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Así sea, hermano, tiempo de silencio, de Gracia y de alegrías reencontradas en comunión y dentro de esta familia grande.
Un abrazo para tí y tu familia
Paz y Bien
Ricardo

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