Las cosas en su sitio, y el paso por dar

Para el día de hoy (03/06/10)
Evangelio según San Marcos 12, 28b-34

(El escriba -exégeta y experto en el estudio de la Ley y las Escrituras- le formula a Jesús una pregunta honesta y franca, que busca la verdad y no tiene intenciones falaces.

Y el Maestro, sabiendo la disposición de su corazón, se sumerge de lleno en el terreno que es propio del escriba, las Escrituras, con el fin de que descubra desde lo que conoce y lo que le es habitual, lo más importante y verdadero.
Quiere que ese corazón en búsqueda honesta no quede a oscuras, y debería suceder con nosotros, descubrir lo verdaderamente importante desde lo que nos es cotidiano, y desde allí, ubicar las cosas en su sitio, resignificando lo principal y lo accesorio.

El Maestro le enseña al escriba y a todos nosotros el principio central y unificador de la existencia: el Amor.
Ese Amor tiene dos dimensiones inseparables: el Amor a Dios por sobre todas las cosas y el Amor al prójimo como a uno mismo.
Y más allá.
Se debe amar con todo el corazón, pues es mucho más que un sentimiento pasajero. Se trata de una decisión vital.
Se debe amar con toda el alma, porque esa decisión vital y conciente involucra la totalidad de lo que somos y lo que podemos ser.
Se debe amar con todo el espíritu, porque sólo desde el amor somos capaces de trascender, incluso superar la dualidad del tiempo y el espacio y traspasar la frontera de la muerte.
Se debe amar con todas las fuerzas, porque no se trata de sensiblería que admita medias tintas o tibiezas. Es a todo o nada, e implica ante todo darse sin condiciones.

Es el principio que todo lo unifica y que a todo le sentido; sucede que a veces se invierte esta primacía y se intenta suplantar lo primordial con lo accesorio.
Por ello la oración, el culto, las ofrendas -en síntesis, todo hecho religioso- se vuelven verdaderos y agradables a Dios sólo si se fundamentan en el Amor a Dios que es a la vez y simultáneamente Amor al prójimo/próximo.

Cuando esto se invierte o pervierte, las consecuencias son la opresión de las almas, la hipocresía de la piedad y hasta cierto tipo de idolatría que no deberíamos dejar crecer entre nosotros, porque nos aleja, separa y rompe la comunión.

El escriba responde con verdad plena a la enseñanza del Maestro: por ello, Él le dirá -Tú no estás lejos del Reino de Dios-.

No estaba lejos, pues le faltaba dar el gran paso: poner en práctica, hacer vida lo que la razón y el corazón le dictaban.
Porque el Reino se revela cuando se ama, y no cuando se decl-ama (¿declamar tendrá algo que ver indirectamente con declinar el amor que nos urge...?)

Quizás nosotros también debamos preguntarnos si no es hora de enviar a un destierro perpetuo las declamaciones -a menudo altisonantes- a la que estamos desoladamente acostumbrados, y en cambio de estar cerca del Reino, trabajar anticipándolo y haciendo que se vaya humildemente mostrándose de la mejor manera: amando a Dios en el hermano.

Resignificar toda la existencia desde el Amor y hacer presente el Reino de Dios aquí y ahora, es el paso que debemos meditar si nos hace falta dar.)

Paz y Bien

4 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Ese es el camino. En mi reflexión de hoy, hace unos minutos que acabo de terminarla, llego a la misma conclusión por otro camino.

El iniciado espiritualmente necesita compromiso y esfuerzo para responder a la llamada. Nuestra piedad y oraciones está en proporción directa con nuestra entrega de amor, porque esa elección nos la ha dejado DIOS a nuestro libre albedrío, y tiene que se esfuerzo nuestro. Luego, el responderá a nuestras peticiones y oraciones.

Un abrazo en XTO.JESÚS.

Augusto dijo...

Hermosa reflexión, comparto tus resonancias hermano.
Hoy justamente celebramos también la llegada del buen Juan XXIII a los brazos del Dios de la Vida. Este Papa supo "poner en práctica", concretar tantas declaraciones hermosas que la Iglesia venía haciendo hacía tiempo... pero él fué más lejos, y con una valentía admirable abrió de repente puertas y ventanas para que el soplo renovador del Espíritu llene el Pueblo de Dios. Y surgió un nuevo Pentecostés, una Primavera: el Concilio Vaticano II. Ya no era momento de disutir cuál era o no "el mandamiento más importante" y quedarse en eso... Fué tiempo de orientar a la Iglesia hacia la construcción del Reino que excede los límites de una Religión o de las Instituciones. Era tiempo de ser "Luz del mundo", que no es más que llevar el Mandamiento más importante a nivel "global": hacer como Pueblo una renovada declaración de Amor a Dios, al prójimo (hermanos cristianos, demás pueblos, culturas y religiones, y "todos los hombres de buena voluntad"), y a la Iglesia misma.
Lamentablemente la fuerza de Juan XXIII que recogió Pablo VI, asustó a algunos que aún intentan, no cerrar, pero sí "entornar" esas puertas y ventanas abiertas en el Concilio, y por esas cobardías humanas hoy sufre la Iglesia y muchos, dentro y "fuera" de Ella.
Ojalá la memoria de este Santo y valiente Papa, nos de fuerzas nuevas para retomar sus pasos y buscar llegar más lejos aún, donde nadie en el mundo quede privado del Amor a todos (sin exclusión) que los cristianos estamos llamados a dar.
Un abrazo grande!
Augusto.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Qué gran verdad lo que planteas, querido Salvador! La piedad y el culto están proporción directa con nuestra entrega de amor: hay una relación intrínseca entre ambas. Cada una de ellas cobra sentido cuando se hace profunda y presente la otra.
Muchísimas gracias por tus palabras, hermano.
Un abrazo en Cristo y María.
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Augusto, ante todo gracias por tus palabras y tu presencia, y especialmente por recordar esa partida que significa también quedarse de otro modo del queridísimo Juan XXIII.
Concuerdo totalmente con lo que decís, es magnífico punto de partida y raíz para la rumia, para la reflexión orante.
Hemos tenido como familia grande ese gran problema -soberbia, probablemente teñida de miedo- de creernos propietarios de la herencia de Jesús... Y el Maestro ha signado no sólo nuestra suerte sino la de toda la humanidad con su muerte y su Resurrección.
El viento fresco del Concilio, que tanto alivio y esperanza ha traído no sólo a la Iglesia sino al mundo entero se vuelve un aroma a moho cuando entornamos las ventanas y nos cerramos en el sórdido regocijo de nuestras mezquindades.
Seguir los pasos de Jesús implica valor, coraje, desinstalarse, salir al encuentro, presencia... Todo lo contrario a lo que a veces vemos con tanta tristeza.
Quizás sean tiempos de suplicar la luz del Espíritu, la misma luz que impulsó al bueno de Juan XXIII para que también nosotros nos demos cuenta que debemos preocuparnos más por el hermano necesitado, hambriento de pan y de Dios y dejar en manos de la Providencia -que no sufre nuestras desmemorias y estrecheces- las preocupaciones institucionales, que si bien son válidas, son secundarias.
Primero el servicio y la solidaridad que nacen del desinterés y el amor, sin mirar orígenes, religión,fé o incredulidad. Sólo hay hijas e hijos de Dios tan dependientes de su Misericordia como todos y cada uno de nosotros.
El mandato de nuestro hermano y Señor ha sido llevar la Buena Noticia a toda la creación... y eso no admite ninguna clase de excepción.

-Quizás lo que conocemos por pecado tenga mucho que ver con complejidades que inventamos para autojustificarnos, y el mensaje de Jesús
desborda de luz y paz por su sencillez-

Igualmente y a pesar de todo, sigo confiando y suplico a Dios vivir y dejar mis huesos en esta Iglesia por la que vivo, en la que vivo y en la que sueño y soñamos tantos.

Un abrazo grande en el Tata Dios que jamás nos abandona y cree y confía infinitamente más en nosotros de lo que nosotros creemos en Él.

Paz y Bien
Ricardo

PD: Augusto, en unos minutos dejo una canción que refleja mucho de lo que vos y yo tratamos de hacer vida y creemos. Un abrazo.

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