Santos Pedro y Pablo, Apóstoles
Para el día de hoy (29/06/10):
Evangelio según San Mateo 16, 13-19
(Jesús nos sigue haciendo hoy esas misma preguntas que les hizo a sus discípulos en Cesarea de Filipo:
-¿Qué dice la gente sobre el Hijo del Hombre?...Y ustedes, ¿quién dicen que soy?-
Le dicen que Elías, que el Bautista, que Jeremías, que uno de los profetas... Nosotros bien podemos contestarle que un Cristo entronizado en los altares y acollarado en los templos, que un Cristo revolucionario sin trascendencia, que un profeta New Age que calma pero no transforma, que nada, no se dice nada...
Nosotros podemos responder de ese modo también, o en alguna de sus variantes: la imagen del Maestro a veces está conformada de acuerdo a lo que proyectamos desde nuestras necesidades personales.
Ni modo, de ese modo puede ser una fotografía medianamente aceptable, pero no es el Cristo real, el que se hace presente en nuestras vidas y las transforma.
Quizás si intentáramos una reversión de esa tendencia que tenemos a buscar con denuedo las cosas de la fé, otro sería el fruto.
Quizás sea tiempo de dejar que Cristo nos encuentre, que se nos muestre, que se nos revele como Señor y Salvador.
Porque nos hemos olvidado que la fé es don, es un regalo.
Por ello Shimón bar Jonás, luego de confesarlo como Cristo Vivo, es declarado feliz. Lo ha descubierto pues no ha buscado la luz, sino más bien se ha dejado iluminar por la incandescencia de Jesús.
Ese descubrir en su vida a Jesús como su Salvador es tan trascendente, que su vida ya no será la misma. Hasta el nombre que lo identifica y define será otro.
Es un pobre y sencillo pescador galileo. Casado y seguramente iletrado. Voluble en su carácter, capaz de grandes actos heroicos y de inefables traiciones. Quebradizo ante el miedo y tenaz en el anuncio de la Buena Noticia.
¿Cómo no identificarnos con Pedro?
A pesar de lo que es y de cómo es, el Maestro le confía una misión increíble: ser firme como la piedra para que Él edifique la comunidad.
No se trata de jerarquías: más bien, se trata de ser el servidor mayor, al igual que Jesús.
Tendrá las llaves de la reconciliación y el perdón, con que desatará los nudos que separan y dividen a los hombres, varones y mujeres.
Shimón bar Jonás será de ahora en adelante Pedro -Cefas, piedra- sobre la que Jesús construirá la Iglesia.
Es preciso detenerse y no llamarse a engaño: Jesús construye la Iglesia -ekklesia, asamblea llamada o convocada-, no sus discípulos, no nosotros.
El destino petrino no es pétreo -aunque suene paradójico y redundante-: la Iglesia tiene fundamentos firmes de roca pues la sostiene el Espíritu de Aquél que nos convoca, pero no tiene el rictus inamovible de las piedras.
Es comunidad viva y latiente, dinámica y servicial, en donde el poder se entiende de manera directamente proporcional al servicio que se ofrenda a los hermanos, y en donde el fruto del amor fraterno y la reconciliación es la igualdad y la amistad.
Cosa de niños, sin duda, pero nos hastía el alma tanta adultez dando vueltas.
Nos vuelve a preguntar Jesús quien creemos que Él es... y, tal vez, por demorarnos en lo institucional, en farragosas cuestiones de normas y preceptos -es claro, necesarias- olvidamos la esencia dinámica y la fuerza que impulsa a esta familia que no tiene fronteras ni exclusiones pues habla el lenguaje universal del amor y la donación generosa y desinteresada, y que se vuelve por eso mismo signo de la esperanza en ese Reino que anuncia y que, sobradamente, la sobrepasa.
Este día en que recordamos a los Apóstoles Pedro y Pablo debería volverse para nosotros un día de fiesta y esperanza.
Un pescador humilde, un sabio fariseo que no conoce la necesidad.
Ambos con sus quiebres y dobleces, ambos con una misión, signos de perdón y obreros de reconciliación, mensajeros de Buenas Noticias, apóstoles no tanto por lo que han sido sino -con esa mirada lejana y total del Dios de Misericordia que no nos abandona- elegidos por lo que pueden ser.
Todo lo que podemos ser nosotros mismos, con todo y a pesar de todo, de su mano y a su lado)
Paz y Bien
Las viejas heridas
Hace 4 horas.
2 comentarios:
Pedro, hijo de Jonás, aprendió a no esconderse en el vientre de la ballena... una vez que por tres veces Le negara
Pablo, fariseo -y benjamita- encontró lo que buscaba... una vez que en verdad pretendió perseguirLe
Pedro y Pablo; Pablo y Pedro
Y un servidor que nada entre ellos te saluda en el Amigo
Yo también, hermano, oscilo entre ambos en su faz de miserias, y suplico tener un ápice de su fé y de su compromiso.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo
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