Para el día de hoy (03/08/11):
Evangelio según San Mateo 15, 21-28
(Jesús se había retirado a la región de Tiro y Sidón con sus discípulos: si bien estaba ocupada militarmente por Israel, los orígenes filisteos y fenicios de las gentes de la región suscitaban la sospecha permanente y el desprecio por parte de los judíos observantes, e históricamente se denominaban cananeos a los originarios de esas zonas y que vivían en medio del pueblo elegigo.
El término cananeo era por tanto discriminatorio, rótulo de desprecio específico y contundente; no es una situación desconocida para nosotros, conocedores habituales de tantos rótulos cruelmente impuestos para definir a los que son distintos o diferentes encasillándolos en una jerarquía humana inferior. Este desprecio -que no tiene nada de abstracto- es causa de exclusión, productor eficaz de múltiples opresiones y pone en situación de alta vulnerabilidad y riesgo a todos aquellos que han sido rotulados.
Esa mujer cananea no tenía mucho a favor, primero precisamente por ser mujer en aquellos tiempos, y segundo por esa etiqueta cruel que portaba. Aún así es una madre que sufre por el dolor de una hija, con el amor que sólo son capaces de entender y sentir las madres. Sabe de la fama de ese rabbí galileo que está pasando por sus pagos, sabe que a pesar de todo allí puede haber una esperanza, sabe que no tiene otras armas que su tenacidad y su confianza insospechadas.
Desde su amor maternal, se vuelve inusitadamente valiente y no se resigna a guardarse en el oscuro reducto en donde la han condenado previamente almas crueles: por ello mismo se vuelve una molestia intolerable para los discípulos, por ello mismo se atreve a discutir con el Maestro.
Jesús fué criado como sus paisanos; de allí su silencio inicial y la subsiguiente dureza en su respuesta. Esa mujer es mujer y es cananea, por lo tanto no está lejos del calificativo de perros -algunos coetáneos de Jesús hubieran dicho impávidos que era prostituta- asignado a todo aquel ajeno al pueblo elegido.
El castigo dialéctico, que tenía por destino prolongar la exclusión y el sufrimiento, se convierte en un diálogo y allí, precisamente allí, sucede el milagro.
Es que el Maestro rompe todo prejuicio religioso y social que portaba, y se hace vulnerable a los gritos de esa madre que sólo está suplicando por su hija. Hasta es capaz de dejar de lado rótulos que a Él mismo no le gustaban -Hijo de David-; la poca ortodoxia de la mujer no es tenida en cuenta, sólo importa su confianza y su amor, y sabe que el verdadero demonio no descolla en la enfermedad de la niña, sino más bien anida en esas almas capaces de un desprecio feroz o, también, de un destrato y una negación consecuentes y habituales.
Quizás por ello el Reino acontezca de ese modo, haciéndonos nosotros mismos vulnerables al sufrimiento de tantos cananeos de nuestro tiempo, mujeres y hombres amadas totalmente por Dios y despreciadas con fervor por tantos.
Es claro que vivimos un mundo que reivindica el éxito y desprecia la debilidad, un mundo decidicamente clasificador de las gentes -y la Iglesia dolorosamente no es ajena a ello-; sin embargo creemos en un Dios que se hizo un Niño frágil en brazos de su Madre, que eligió ser un hombre pobre, que fué ejecutado como el más abyecto de los criminales y abandonado escandalosamente por los suyos, y que a pesar de todo, prevaleció por sobre la muerte.
Quiera Dios que nos volvamos así, vulnerables al sufrimiento del otro, que nos duela la exclusión y el olvido hasta limites intolerables)
Paz y Bien
El término cananeo era por tanto discriminatorio, rótulo de desprecio específico y contundente; no es una situación desconocida para nosotros, conocedores habituales de tantos rótulos cruelmente impuestos para definir a los que son distintos o diferentes encasillándolos en una jerarquía humana inferior. Este desprecio -que no tiene nada de abstracto- es causa de exclusión, productor eficaz de múltiples opresiones y pone en situación de alta vulnerabilidad y riesgo a todos aquellos que han sido rotulados.
Esa mujer cananea no tenía mucho a favor, primero precisamente por ser mujer en aquellos tiempos, y segundo por esa etiqueta cruel que portaba. Aún así es una madre que sufre por el dolor de una hija, con el amor que sólo son capaces de entender y sentir las madres. Sabe de la fama de ese rabbí galileo que está pasando por sus pagos, sabe que a pesar de todo allí puede haber una esperanza, sabe que no tiene otras armas que su tenacidad y su confianza insospechadas.
Desde su amor maternal, se vuelve inusitadamente valiente y no se resigna a guardarse en el oscuro reducto en donde la han condenado previamente almas crueles: por ello mismo se vuelve una molestia intolerable para los discípulos, por ello mismo se atreve a discutir con el Maestro.
Jesús fué criado como sus paisanos; de allí su silencio inicial y la subsiguiente dureza en su respuesta. Esa mujer es mujer y es cananea, por lo tanto no está lejos del calificativo de perros -algunos coetáneos de Jesús hubieran dicho impávidos que era prostituta- asignado a todo aquel ajeno al pueblo elegido.
El castigo dialéctico, que tenía por destino prolongar la exclusión y el sufrimiento, se convierte en un diálogo y allí, precisamente allí, sucede el milagro.
Es que el Maestro rompe todo prejuicio religioso y social que portaba, y se hace vulnerable a los gritos de esa madre que sólo está suplicando por su hija. Hasta es capaz de dejar de lado rótulos que a Él mismo no le gustaban -Hijo de David-; la poca ortodoxia de la mujer no es tenida en cuenta, sólo importa su confianza y su amor, y sabe que el verdadero demonio no descolla en la enfermedad de la niña, sino más bien anida en esas almas capaces de un desprecio feroz o, también, de un destrato y una negación consecuentes y habituales.
Quizás por ello el Reino acontezca de ese modo, haciéndonos nosotros mismos vulnerables al sufrimiento de tantos cananeos de nuestro tiempo, mujeres y hombres amadas totalmente por Dios y despreciadas con fervor por tantos.
Es claro que vivimos un mundo que reivindica el éxito y desprecia la debilidad, un mundo decidicamente clasificador de las gentes -y la Iglesia dolorosamente no es ajena a ello-; sin embargo creemos en un Dios que se hizo un Niño frágil en brazos de su Madre, que eligió ser un hombre pobre, que fué ejecutado como el más abyecto de los criminales y abandonado escandalosamente por los suyos, y que a pesar de todo, prevaleció por sobre la muerte.
Quiera Dios que nos volvamos así, vulnerables al sufrimiento del otro, que nos duela la exclusión y el olvido hasta limites intolerables)
Paz y Bien
2 comentarios:
y uno lleno de prejuicios hacia los otros , y ese orgullo vano, y nuestra falta de entrega y humildad, Señor me se debil nada tengo nada lo puedo, solo espero en Ti
Amén, Así sea herman@. Quizás debamos vaciarnos de todo lo inútil, barrer nuestros patios del alma de todo lo estéril y confiados, esperar que Él nos colme
Paz y Bien
Ricardo
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