Tributos y exenciones

Para el día de hoy (08/08/11):
Evangelio según San Mateo 17, 22-27

(En la rumia de la palabra, nos encontramos con mucha frecuencia -o siempre- con causalidades, no con situaciones azarosas o casualidades.
Por ello mismo, hay una causalidad profunda entre el anuncio de la Pasión de Jesús y la cuestión de los tributos debidos: en ambos casos hablamos de libertad, la libertad de asumir el sacrificio espantoso de la cruz para que otros vivan y la libertad de no rendir tributos a ningún poder por una cuestión filial, el ser hijas e hijos de Dios.

El Maestro ingresaba con Pedro a Cafarnaúm: le salen al paso los cobradores del impuesto del Templo, tributo que todo judío varón debía pagar anualmente -desde los tiempos de Nehemías, dos dracmas- para el sostenimiento del culto y de los sacerdotes, fuera un judío habitante de la Tierra Santa o de la Diáspora. Sin embargo, algunos sacerdotes y rabinos se consideraban exentos de pagar dicho impuesto: de allí la pregunta del recaudador, sabía que a Jesús solía llamársele rabbí.
La respuesta de Pedro es rápida e inequívoca: Jesús pagará el tributo demostrando que Mesías y todo, respeta y continúa las tradiciones e instituciones de Israel.
Pedro aún no es capaz de hacer suya la idea de un Mesías universal, imposible de acotar con cualquier preconcepto, un Salvador que será aparentemente derrotado, que será piedra de escándalo al morir como un delincuente en el cadalso cruz.

El gran problema es que Pedro rinde tributo a su ideología y a su universo religioso preexistente; los pagos que ambos exigen son altísimos. Sin embargo, la ilógica de la Buena Noticia implica hacerse esclavo por el otro para la liberación, y no resignarse ni someterse a esquemas preconcebidos. Se rinde culto al Dios de la Vida cuidando la vida en todas sus formas, antes que a las formas que ahogan la vida.

No hay excusa que justifique la sumisión a lo gravosamente inhumano, tributando lo que en apariencia es legítimamente institucional. No siempre lo religiosamente establecido es motivo de libertad; antes bien, es causa de opresión, y exige costos gravosos, agobiantes, totalmente ajenos a esa libertad primera de ser hijas e hijos.

Todo ha sido pagado con el sacrificio inmenso de Jesús. El rescate de todos ya está sobradamente cumplido.
Aún así, a menudo es necesario traer alguna otra moneda mansa, dracmas de paciencia y esperanza. El Reino crece humilde pero sin pausa, pero no se impone jamás a la fuerza ni desata escándalos ni estridencias inútiles. Por eso esas monedas son importantes.

¿Dónde las hallaremos?
Pedro es pescador de toda la vida: la moneda de la paciencia la encuentra en la boca de un pez.
Nosotros también hemos de encontrarla en nuestra cotidianeidad, en lo que somos a diario, monedas santas de paciencia y esperanza que usaremos en su Nombre y por todos nosotros)

Paz y Bien

0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba