Para el día de hoy (21/08/11):
Evangelio según San Mateo 16, 13-20
(Se trata de una cuestión de identidad, y como tal, una cuestión fundante.
El modo en que los otros nos designan no es tema menor: la manera en que nos reconocemos tiene consecuencias directas en lo que nos hacemos o -también- en lo que omitimos, en lo que dejamos de hacer, y será clave también para el reconocido y para quien es desconocido o rotulado de un modo falaz, pretencioso y a menudo discriminador, porque no hablamos del otro tal como es sino que más bien nos hacemos una conveniente caricatura.
De allí que la pregunta de hoy -quién es Jesús para nosotros- adquiera un sesgo cotidiano y decisivo: siempre hay más que ir descubriendo, es manantial inagotable de agua viva.
La situación no nos es desconocida.
A la primera pregunta, los discípulos se agolpan e interrumpen para dar cada uno su versión: de ese Cristo las gentes dicen muchas cosas, y cada uno de ellos le vá adjudicando sus propios esquemas y preconceptos, sus mezquindades y conveniencias. Por ello ese nazareno para algunos será el Bautista, los profetas Elías o Jeremías, alguna figura atractiva como Gandhi, un revolucionario demasiado inmanente, una figura inaccesible y convenientemente oculta por mantos de doctrinas y férreamente encerrado en el mármol de los altares.
En cambio, cuando Él pregunta qué es verdaderamente para cada uno de ellos -y cada uno de nosotros- todos enmudecen, y sólo Pedro contesta.
Es claro: ninguna identidad es monocromática, unívoca, sin matices. Según los corazones y la situación será un Jesús amigo, un hermano, un esposo, un Dios con nosotros, un compañero de caminos, refugio donde nos ponemos a salvo, el crucificado, el resucitado. El acento estará en cada situación existencial sin por ello confundirlo o minimizarlo.
Pero ha de ser Pedro el que hablará con verdad, pues supera esas cuestiones de la carne/existencia y habla desde el Espíritu que sostiene la vida, y es la vida misma.
Es el Cristo, el Redentor, el Liberador, el Dios de la Vida entre nosotros.
Desde esa verdad Jesús edifica la comunidad que conocemos como iglesia, y que a menudo confundimos con sólo uno de sus aspectos, el institucional.
Ese Pedro negará a su Maestro en momentos de miedo; ese Pedro tratará de torcer los pasos de Jesús porque no soporta la ilógica y el escándalo de la cruz; ese Pedro empuñará la espada para defender al Manso de las naciones, suponiendo que la violencia tiene espacio en las cosas del Reino.
Aún así, desde Pedro y con Pedro se transforma el presente para que haya futuro pleno, re-ligando a las gentes y desatando tantos nudos de odio y resentimiento.
Pedro tiene su misión, su vocación y destino porque descubre a Cristo en su realidad total y, a la vez, es reconocido totalmente en su humanidad, con sus luces y sombras. Quizás porque es mirado con esa mirada de Dios -ojos de Padre y Madre- que ven la realidad de lo que somos y todo aquello que podemos llegar a ser.
Tal vez sea mandato pendiente el descubrirnos entre nosotros y volver a plantearnos sin miedo quién es Él para nosotros en nuestra cotidianeidad, a menudo soslayada por la rutina. Y desde allí sabernos conocidos y reconocidos en nuestra realidad total y trascendente, desde un presente que puede transformarse, y que es promesa cierta de futuro que se construye desde el aquí y ahora, sabedores que no estamos solos y que la muerte no ha de prevalecer)
Paz y Bien
Sólo estár....
Hace 2 horas.
0 comentarios:
Publicar un comentario