San Andrés








San Andrés, apóstol

Para el día de hoy (30/11/16):  

Evangelio según San Mateo 4, 18-22





El dato puede ser visto como una mera anécdota, un rabbí pobretón y provinciano caminando a orillas del mar de Galilea, quizás aliviando un poco el intenso calor de la zona con la brisa que le llega. 
Pero es necesario ir más allá, mar adentro del significado. Ese Cristo que camina a la vera del mar es el que se arrima a la orilla de la vida, de las existencias de cada uno de nosotros, sin imposiciones pero con invitaciones fuertes, definidas, sin ambages, un Cristo que quiere ser parte de la vida, un encuentro que acontece en la cotidianeidad revistiéndola de milagro, de Gracia, de eternidad. Hay que estar despiertos y atentos.

Allí hay dos hermanos inmersos en su oficio, Simón y Andrés. Otra vez, el dato simple nos indica un vínculo biológico, familiar. Sin embargo, estos hombres están llamados a ser hermanos más allá de cualquier previsión, pues lo bueno y nuevo que acontece, el Reino, será tarea fraterna, que nó individual, de hermanos congregados por un mismo Padre.

Ellos son pescadores, expertos en su oficio de arrojar redes y recoger los frutos del mar, procurarse el sustento a horas inverosímiles, el esfuerzo cotidiano que suele comenzar en plena noche, cuando bullen los peces.
El Maestro los invita a seguirle para convertirlos en pescadores de hombres. Ellos serán expertos en ese oficio misericordioso, ante todo, por Aquél que los ha convocado y por el empeño misericordioso que pongan en la tarea, una tarea de fé, una tarea cordial, una misión vital pues implica que muchos peces pequeños librados a su suerte en las anchuras de un mar que los devora, permanezcan con vida en redes nuevas.

La invitación es tan decisiva que se vuelve conminatoria, urgente. Ya nada será igual, y la respuesta implica dejar atrás lo viejo, la vida anquilosada, los esquemas perimidos, las viejas redes inútiles y emprender nueva marcha con nuevos bríos, a puro impulso del Espíritu. 

Cristo no ha buscado sabios, poderosos, guerreros, personalidades destacadas bajo los falaces criterios mundanos. Sólo hombres y mujeres que transforman su vida comenzando por la cotidianeidad que saben y conocen, y que siguen los pasos del Maestro, humildes pecadores que se vuelven pescadores por esa Gracia que no merecen pero que sobreabunda más que cualquier miseria.

Conocemos bien a Simón, Pedro para todos nosotros, su amistad abierta y extrovertida, su carácter a menudo voluble, sus idas y vueltas, su fidelidad como roca para sus hermanos. la Iglesia.

De Andrés, los datos son más escasos. Pero posee ciertos visos que equilibran el carácter encendido de su hermano, cierto talante reflexivo y muy, muy cercano al corazón y la confianza del Maestro.

Pero es el que comunica a otros que ha encontrado al Mesías, el que se afirma en su fé y en el servicio, buscando en Cristo las respuestas que su razón no atina.

San Andrés, amigo y obrero del Señor que nos vuelve a decir que hemos de encontrarnos con el Mesías que llega como un Niño pequeño a nuestras orillas.

Paz y Bien

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