Escuchar a la Madre







Santa María, Madre y medianera de la Gracia

Para el día de hoy (07/11/16):  

Evangelio según San Juan 2, 1-11



En el texto que hoy nos ofrece la liturgia del día, llama poderosamente la atención que el Evangelista Lucas mencione que el Maestro y sus amigos fueron invitados a unas bodas en Caná de Galilea, pero que la madre de Jesús estaba allí, como si hubiera llegado primero...

Por supuesto, quedarnos en la mera descripción implica un severo error y desairar el universo simbólico que se nos ofrece. Nada es casual, y es menester buscar con empeño las causalidades, la mano silenciosa de Dios que escribe una nueva historia junto al hombre.

Por una creciente banalización de los afectos -y quizás también por los intereses comerciales que suelen imponerse- las bodas son, apenas, una fiesta más, un complejo entramado de cosas a organizar y de fuertes gastos que se deben afrontar.
Sin embargo, aún no se han perdido las ganas de celebrar esa afirmación de la vida y el amor, imaginar un futuro venturoso y bendito con los hijos que vendrán, la permanencia fiel a pesar de todas las tormentas de la existencia.
En la memoria de Israel, Dios se desposa con su pueblo, imagen de la fidelidad y el amor para con los suyos de generación en generación.

La Madre del Señor está allí, en la celebración de unas bodas, la afirmación desde la ternura de un Dios que quiere la felicidad de todos los hijos, que ha soñado la vida como una celebración.
La Madre del Señor está allí, atenta a todo lo que les acontece a los hijos.

Había en el lugar unas tinajas, unos enormes recipiemtes de piedra colmados de agua , la cual se destinaba a las abluciones rituales y a los ritos de purificación de la religiosidad de aquel tiempo. Pero ha surgido por la misericordia de Dios un tiempo nuevo y distinto: no son los ritos específicos los que nos purifican, sino el Hijo, nuestra liberación, nuestra claridad.

A menudo se nos apaga la vida, se nos agota el vino de la existencia, mordidos por la rutina, la resignación y el desconsuelo, el no se puede.

Hemos de volver a escuchar a la Madre. Ella siempre está, ternura y fidelidad: hay que hacer todo lo que el Hijo nos diga. 
Y no tener temor de suplicarle. El Hijo nunca dirá que nó a la Madre.

Y allí donde está la Madre, está el Hijo.

Paz y Bien

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