Esperanza inquebrantable








Para el día de hoy (23/11/16):  

Evangelio según San Lucas 21, 10-19



La lectura que hoy nos convoca, de tono apocalíptico, no refleja solamente la dura realidad de las primeras comunidades cristianas, sino que es un llamado de atención a todos los discípulos de todos los tiempos.

La historia de la Iglesia y la propia existencia nos pueden traer referencias explícitas: la fidelidad al Evangelio necesariamente acarrea persecuciones, calumnias, odios. Inclusive, el rechazo y el gesto despectivo de los que se consideran propios, de la misma familia, la incomprensión violenta, el desmedro clasificatorio, el rótulo impuesto y definitivo.

Es que vivir la Buena Noticia, proclamarla con la voz y sobre todo con los hechos, implica ir contra corriente a los intereses mezquinos e interesados del mundo; el servicio es un humilde desafío a las ansias desenfrenadas de dominio y poder, y el amor, el amor discute mansamente la preeminencia del odio que campea en planos de sombra.

Al igual que en la vida cotidiana, el amor, la fidelidad, la amistad y la esperanza cobran real dimensión en los momentos difíciles, en los tiempos asfixiantes. 
Más aún, la fidelidad al Evangelio puede mensurarse por las persecuciones que sufra la Iglesia, una Iglesia misionera y comprometida que no se repliega sobre sí misma ni se encierra tras las puertas de falsas seguridades vanas y elitistas.

Es claro que el agobio que nos provocan las noticias y los golpes asumidos son demoledores. Desandan demasiados esfuerzos, y al acecho están los miserables, es decir, los eficaces dispensadores de miserias aún cuando tengan buenos modos.

Pero seguiremos andando. Todo se decide en la fidelidad, comenzando por la fidelidad de un Cristo que vá con nosotros hasta el fin de los tiempos, que nos hace hablar, que nos pone prisas ante las parálisis del miedo, que nos reviste el corazón con una esperanza inquebrantable, su presencia y su compañía.

Paz y Bien

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