Para el día de hoy (27/04/11):
Evangelio según San Lucas 24, 13-35
(Cleofás y el otro discípulo andaban por la ruta a Emaús alejándose de todo, especialmente de la comunidad primera; están golpeados de tristeza y heridos de desconsuelo. Se alejan con el talante endurecido de quien sufre y que, por ello mismo, es incomprendido por nadie que no pase su mismo calvario.
En esa calzada oscurecida a plena luz del día, se les une el Resucitado como un viajero más. No pueden verlo, no lo reconocen porque tienen la mirada aún atada a viejos conceptos en donde el Salvador tiene mucho de inaccesible y celestial, y poco o nada de siervo pobre y sufriente. La cruz les sigue resultando carga intolerable.
Es precisamente allí en donde comienza a tejerse en sus corazones el gran descubrimiento que sus miradas nubladas aún no entienden: el Resucitado, Jesús de Nazareth, revela el rostro de un Dios compañero de caminos, que sale al encuentro, que comparte dolores y penas, y cuyas huellas se encuentran en la escucha en común de la Palabra.
Cuando cae la tarde, parece querer seguir de largo; sin embargo, no desdeñará cualquier pedido de compartir tu mesa, y resplandecerá cuando el pan se parte y comparte, Él mismo, Dios del pan de los hermanos.
Hemos de abandonar estas cegueras, estos corazones que se nos han vuelto tardíos y adormecidos: el Resucitado está escondido a las miradas convencionales de un Dios inaccesible, alejado, duramente celestial. Sin embargo está aquí entre nosotros, decididamente humano, totalmente humano, el más humano de todos.
La Resurrección es la declaración definitiva de que Dios ha asumido nuestra pequeña y frágil condición humana y la ha levantado en plenitud.
Jesús Resucitado es ese Dios compañero de caminos y pan compartido, Salvador que enciende las almas en los pequeños gestos, en el servicio y en la escucha atenta y comunitaria de la Palabra)
Paz y Bien
Granito de arena de Esperanza...Viernes de Pasión
Hace 4 horas.
2 comentarios:
A veces, o mejor, casi siempre, nos complicamos la vida buscando algo extraordinario, algo que eleve nuestras emociones y nos haga sentir y vibrar. Valoramos lo grandioso y despreciamos, o no valoramos casi nada lo pequeño, lo sencillo y natural de cada día.
Y, es ahí, donde se hade difícil buscar porque, de hacerlo, tenemos que superarnos, que esforzarnos en despertarnos, en agudizar la mirada y la atención para que no se nos escape.
Somos proclives a huir y bajar la mirada porque, desde nuestra humanidad, nos cuesta ver. Por eso necesitamos no dejarle marchar.
Estupenda reflexión, como todas, amigo Ricardo.
Un saludo y espero que todo vaya bien.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Salvador, nada puedo agregar a tus certeras y cálidas palabras.
Sólo agradecerte y decirte que, a pesar de todo, caminamos porque el Resucitado está vivo junto a nosotros.
Un abrazo grande en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo
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