Para el día de hoy (03/04/11):
Evangelio según San Juan 9, 1-41
(Estaba allí, a la vera de todo.
Sólo entiende de mendicidad, pura supervivencia. No pide nada, está sometido en su ceguera a implorar algún mendrugo o alguna moneda menor.
Es una parte más del paisaje, un accidente menor; muchos se han acostumbrado a su no-presencia, otros son doctos sabedores del porqué de su ceguera, su misma familia se ha resignado, la gran mayoría lo pasa de largo mirándolo sin verlo.
Pero es un excluido de todo, y a nadie parece importarle.
Pasa Jesús y Él verdaderamente lo vé, fija en el ciego su mirada, y en este detenerse a mirarlo desata la pregunta de los discípulos: ellos sostienen la postura oficial de que la enfermedad es consecuencia moral, es decir, producto del pecado propio o de los padres.
Doloroso y cruel, es parte de la normalidad: rige el prejuicio y el preconcepto, no la humanidad caída, no el que sufre.
Jesús combina saliva con tierra y unta ese barro en esas cuencas muertas, signo del Espíritu que renueva todas las cosas, nueva creación desde el Maestro -nuevo Adán-.
Es el tiempo santo de Dios y el hombre expresado en el mismo Jesús -humanidad y divinidad conjugadas en urdimbre amorosa-, y este tiempo nuevo no admite pasividades. Dios sale al encuentro del hombre, siempre hay una nueva oportunidad -siempre- y el hombre debe contribuir en la edificación del Reino, don de la Salvación.
Por ello mismo el ciego es enviado por el Maestro a lavarse los ojos en el pozo de Siloé: debe despertarse de su sometimiento, sacudirse la costumbre, desandar la rutina de postración.
Es el ascenso del hombre, desde la sumisión y la miseria a la libertad de la vista recuperada y la dignidad reencontrada. De allí que sus respuestas a los crueles fariseos sean tan simples como contundentes, de allí que reconozca a Jesús como Señor y recupere la confianza en lo humano y descubra que el proyecto de su Dios es la vida plena del hombre, sin mirar lo que ha dejado atrás.
Acontece el otro milagro, el verdadero: antes que el fenómeno aparente de la vista recuperada, el milagro está en una mente y un corazón sanados, liberación de toda condena social y religiosa, alma libre que se redescubre humana y capaz de sumarse a la vida nueva ofrecida por Dios.
Habrá que ver en donde nos ubicamos y con quien nos identificamos.
Con el ciego, acostumbrado al pesar y resignado a la exclusión y a la miseria.
Con su familia, temerosa del qué dirán, paralizados por el miedo, encadenados por la rutina.
Con los discípulos, que damos por sentado y fundamentado el sufrimiento ajeno.
Con los fariseos, que anatematizan al que hace el bien sin pedirles permiso.
El tiempo del Hijo del hombre es tiempo de bendición... no vaya a ser que persista en nosotros el suceder diario de la maldición de estar cotidianamente acostumbrados al dolor y al sufrimiento del prójimo, al tener que pedir permisos para el socorro, a la resignación y la renuncia a todo dinamismo, al negar con nuestras existencias el paso de ese Jesús que mira y vé con los ojos de Dios, y descubre en cada uno y en la comunidad todo lo que podemos llegar a ser.
Que Él nos recupere la mirada perdida)
Paz y Bien
Cristianismo y pobreza
Hace 3 horas.
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