A precio de esclavo y en un hogar prestado


Para el día de hoy (20/04/11):
Evangelio según San Mateo 26, 14-25

(Adentrarse en el misterio de la iniquidad y la traición es tarea complicada y a menudo riesgosa: uno puede identificarse allí mismo, y duele y molesta.
Como en todo misterio, la clave es cordial antes que racional; lo oculto puede entreverse desde las honduras del alma.

Así sucede con la traición de Judas; lo que ha hecho será motivo de desprecio y condena perpetua por la gente a través de los tiempos, y ha sido objeto de profundos análisis por exégetas y teólogos que entienden de estas cosas -mucho mejor que quien esto escribe-.
Sólo un alto en el camino para observar fijamente a ese Judas amigo de Jesús, en el que Jesús confiaba, con el que Jesús comparte tres años de sus vidas y bebe del agua de vida eterna. Es uno de los privilegiados a quien se le revela el misterio del Reino. Judas además es el ecónomo de esta comunidad incipiente: custodia los dineros que simpatizantes les donan, se preocupa de dar limosna a los pobres y de adquirir los alimentos para sus vidas de peregrinos.
Esa fé y esa confianza depositadas en él las troca por treinta piezas de plata, y se pueden inferir y meditar los motivos; sólo aquí nos detendremos para señalar que esas 30 monedas era el precio establecido para valuar a un esclavo -Ex 21,32-, y en esa venta infame también hay misterio de Salvación.

Los traidores y los poderosos negocian a Jesús a precio de esclavo -quizás con desprecio, quizás por su rigor normativo- sin darse cuenta que con ello mismo enaltecen el rostro compasivo de su misión. Es Dios mismo que se anonada y se hace servidor de todos, esclavo de la humanidad para que no haya más opresión y para que nazca una nueva generación de servidores de sus hermanos.

Este Jesús que ingresa a Jerusalem a poner pecho a su Pasión no tiene hogar -dormía a cielo abierto con sus amigos en el huerto de los Olivos-. Sin embargo, ha de celebrar la Pascua con los suyos, la fiesta de ese Dios que libera de toda esclavitud, y envía a amigos suyos a un lugar determinado, a un hogar en donde Él sabe que será recibido.
En esta casa se celebrará la Última Cena que será en realidad la primera de muchas, anticipo del Ágape definitivo al cual todos estamos invitados, y el Evangelista deliberadamente omite el nombre del dueño de casa.

Es claro: el nombre de quien tiene el lugar para que el Maestro celebre la Pascua no se menciona, pues allí vá tu nombre y el mío, todos y cada uno de nuestros nombres.

La Pascua se celebra en el templo vivo de nuestro corazón)

Paz y Bien

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