Carta de presentación

Para el día de hoy (28/04/11):
Evangelio según San Lucas 24, 35-48

(De un modo asombroso y paradójico, Jesús solía presentarse en los lugares más impensados: la Decápolis pagana, la sospechosa Galilea, la tierra vituperada de los samaritanos, alejándose de centros de poder político y religioso.
Se decide por los suburbios, por lo marginal, por la periferia.

Aquella vez, los discípulos se encontraban escondidos y asustados, a merced de sus miedos y de los peligros latentes. Estaban vacíos de fé, llenos de tristeza y desprovistos de espíritu, sólo les importaba su supervivencia.
Justamente allí, en medio de los que ya nada esperan, abatidos y paralizados, el Resucitado se hace presente.

Es claro: allí en donde campea el miedo, todo signo de liberación puede volverse fantasma, aparición ilusoria.
Y allí el Resucitado exhibe su carta de presentación: sus manos y sus pies taladrados, lastimados por los clavos romanos, testigos mudos de su crucifixión.
Como si no bastara, se sienta a la mesa con los suyos y es pan el pescado y la Palabra compartidas, y allí se les aclara la mirada.

A nosotros también Dios se nos suele volver fantasma escandaloso cuando lo vemos en ese Jesús inclinado hacia el caído, abiertamente del lado de los pobres y excluidos, con sus heridas de cruz, tan humano y tan poco glorioso según nuestros esquemas.

Pero la paz ausente se recobra en el reencuentro con el Resucitado que es el Crucificado: el Shalom de la humanidad quizás acontezca cuando nos volvamos capaces de descubrir en las llagas y heridas de nuestros hermanos a ese Cristo que ha vencido a la muerte.
Allí está Él, esperando que nos sentemos a la mesa con los olvidados y juntos compartamos el pan y la Palabra)

Paz y Bien

2 comentarios:

P. Enrique dijo...

LÁSTIMA QUE NO PUEDO COMENTAR DIARAMENTE, PERO GRACIAS POR ESTE RECURSO, CASI OBLIGATORIO PARA HACERNOS UNA IDEA GENERAL Y PROFUNDA DEL EVANGELIO DEL DÍA, DIOS SE LO PAGUE.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Le envío un gran abrazo, padre Enrique, y mi gratitud por su comunión y presencia constantes.
Paz y Bien
Ricardo

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