El fin del silencio, tiempo de mujeres y niños

Para el día de hoy (21/12/10):
Evangelio según San Lucas 1, 39-45

(Sacerdotes y guerreros, jueces y caudillos, sabios y eruditos han quedado en silencio junto a Zacarías, luego del anuncio del Mensajero.
Ello expresa, quizás, que el Mesías que viene es inesperado, extraño, impensado. No hablará con la fuerza de las armas, no enseñará puntillosas doctrinas, no gobernará con poder manifiesto y será exacto sólo en el culto al prójimo.

Por ello, ése y éste mundo han de guardar silencio y guardar palabras vanas, para que pueda escucharse la Palabra.

Las mujeres, claro está, no contaban; para esa sociedad sólo importaban sus funciones hogareñas y la capacidad de engendrar y parir. Sus derechos -mínimos o nulos- sólo podían garantizarse desde la posición de sus padres o sus esposos.
Pero es un tiempo nuevo, y hablarán las mujeres, y quebrarán el silencio dos mujeres que llevan vida acrecentándose en sus entrañas.

Quizás sea porque Dios se revela expresamente desde lo que el mundo desprecia o no tiene en cuenta...

Quizás sea porque Dios ama tanto a la humanidad que el Salvador -Dios-con-nosotros- nacerá de seno de mujer, será amamantado por Ella, será acunado en sus brazos, no cumplirá con su misión si no es con Ella.

María se pone en camino, de Nazareth hacia Ain Karem; sabe por un Mensajero que Isabel está en los trances de un embarazo en edad avanzada. Ella misma, con ese Niño Santo que crece en su silencio.
La necesidad y la urgencia del otro no admite demora alguna, y además, sólo una mujer puede compartir con otra el misterio insondable de la vida creciéndose en su interior.

Ellas se encuentran y se reconocen: el paso de Dios por sus vidas las ha hecho nuevas, y desde ellas dos, la humanidad será otra.
Entre ellas, canción y profecía, alegría y liberación.
Un niño que será el mayor de los profetas reconoce al Niño que es la Salvación, y salta de alegría en el seno de su madre.
Y su madre -recluida desde hacía meses- canta y celebra, y con absoluta certeza la llama a María bendita por esa Gracia que la ha transformado, y la llama feliz, bienaventurada, por haber creído en ese Dios que siempre cumple sus promesas.

Isabel lo sabe como mujer y lo sabe como madre: esa muchacha judía de una pequeña aldea es la Madre del Señor, y no vacila en decírselo.
No son sólo argumentos de la razón, es Espíritu que se expresa a través de un cuerpo viejo con un alma nueva.

Llega el fin del silencio, tiempo de mujeres y niños.
Por ello quizás Dios se hace Palabra entre nosotros, Niño Santo, para que podamos romper las cadenas de nuestro mutismo y hablemos nuevamente palabras de eternidad.

La vida se abre paso desde lo mínimo, lo insignificante, lo que el mundo desprecia y no tiene en cuenta)

Paz y Bien

2 comentarios:

Comunidad San Pablo dijo...

«el paso de Dios por sus vidas las ha hecho nuevas, y desde ellas dos, la humanidad será otra.» Amén!
Fraternalmente,
Claudio

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Gracias por tu comunión, hermano
Un abrazo grande
Paz y Bien
Ricardo

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