La buena mirada


Para el día de hoy (29/12/10):
Evangelio según San Lucas 2, 22-35

(María y José cumplían con unción profunda lo prescrito en la fe de Israel; en esa fé de sus mayores sería criado su hijo, el Niño Jesús.
Por ello se presentan en la fecha precisa ante el Templo de Jerusalem: debían cumplir con los preceptos sagrados -los podemos descubrir en el capítulo 6º del libro del Levítico- por María y por el Niño.

Korban Ioledet, sacrificio ofrecido por la parturienta
Kidush Bejorot, la consagración a Dios de los primogénitos de Israel.

Llevan un par de tórtolas como ofrenda sacrificial, la ofrenda de los pobres: sin dudas, no podían llevar un cordero, sólo un par de pequeñas palomas, olá y jatat, ofrenda voluntaria y ofrenda por los pecados involuntarios.

El joven matrimonio galileo con su pequeño hijo seguramente pasarían inadvertidos por entre el gentío. Más no así para el anciano Simeón.

Detengámonos un momento: Simeón es un hombre justo, piadoso, un anciano que espera confiado la liberación de Israel.
El Evangelista Lucas se preocupa de señalarnos el término "ver": Simeón no verá la muerte antes de ver al Mesías.
Él en medio de la muchedumbre a la Sagrada Familia, y al Niño en el que tiene puestas sus esperanzas.
Simeón agradece a Dios porque sus ojos ha visto a su Salvador.

Sucede que -movido por el Espíritu de Vida- a pesar del correr de los años, Simeón tiene una buena mirada, mirada capaz de ver más allá de lo aparente, una mirada con capacidad de descubrir a Aquél que es su liberación, una buena mirada con la valentía y el coraje de reconocer a su Dios y Salvador en ese Niño pequeño.

Tiene la mejor de las miradas, ésa que se alimenta de la esperanza. Una esperanza que jamás -a pesar del transcurso del tiempo- será estéril, quedará trunca o frustrada.

En Simeón reconocemos a todos aquellos que mantienen viva la esperanza contra toda lógica, aún cuando todo indique que sobrevendrá la muerte. En Simeón están representados todos los anawin, pobres del Señor que saben que Él cumple todas sus promesas, y que encuentran la paz en ese Niño en brazos de su Madre, y se vuelven profecía y antorcha en nuestras noches)

Paz y Bien

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