Para el día de hoy (15/12/10):
Evangelio según San Lucas 7, 19-23
(Juan, ascético y vibrante profeta, es totalmente fiel aún en los momentos más cruciales: ha decidido vivir la vida en Dios cada segundo de su existencia.
A ese Dios lo descubrió en el desierto siempre cercano, muy cercano, tan cercano que cuando viene ese extraño galileo a bautizarse en el remanso del Jordán, no vacila ni un instante y lo señala: -Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo-.
El Bautista es un hombre sin dobleces, íntegro en todos los aspectos de su vida; sin embargo, su fidelidad y su integridad lo llevan a las fauces tenebrosas de la prisión herodiana, donde aguarda su encuentro con el verdugo.
En la soledad y la oscuridad, comienzan a crecerle cizañas de miedos y dudas: ese Jesús no cuadraba con su imagen de un Mesías justiciero, poderoso y vengador que él tenía del Salvador que había de venir.
Pero es un hombre de fé que palpita en cada célula de su ser y que agranda su alma, y así sombra ha de disiparse, aún en la angustia de esa mazmorra.
Por ello, envía dos de sus propios discípulos a preguntarle a Jesús si era Él el verdaderamente esperado durante tanto tiempo, o habrían de esperar a otro.
Maravilloso Juan, inquebrantable Juan que aún preso y encadenado no cesa de enviar gente a la presencia de Dios.
Integro y sincero Bautista, que aún cuando lo acosa la duda, se aferra a ese Jesús que desde ha descubierto como Salvador desde las profundidades de su corazón... más allá de que vacile su razón.
-es preciso imaginarse la escena: han regresado sus discípulos con el mensaje del Maestro, y Juan en su fé sonríe y se alegra, iluminando la cerrazón de la celda.-
Juan ha decidido ser pobre, prefiriendo pieles de animales del desierto a lujosos vestidos palaciegos, y se alimenta de los regalos de la naturaleza -mieles y langostas-, rechazando opíparos banquetes. Se ha vaciado de todo lo superfluo para que lo habite el Espíritu, y Juan redobla su sonrisa: nadie mejor que él ha de comprender aquello de que -la Buena Nueva se anuncia a los pobres-.
Ese Jesús es el Esperado, el que sana, el que libera, el que es motivo de alegría y no de escándalo. Juan, a punto de morir y encarcelado por su fidelidad, es feliz...
Todo un llamado de atención y una invitación para nosotros: aún en la noche más cerrada, aún en la lobreguez de nuestras miserias, aún presos de la tristeza y el dolor, la alegría de que Él ha llegado a nuestras vidas prevalece.
La fé -que es ante todo don, misterio y Gracia- prevalece por sobre cualquier duda y disipa cualquier nube.
Y una misión que no es menor: llevar al prójimo a la presencia de Dios constantemente, haciendo presente su Reino en cada gesto de solidaridad, en cada paso de liberación, en cada instante de justicia, perfume cierto de que el Esperado está aquí, entre nosotros)
Paz y Bien
Granito de arena de Esperanza...Sábado consagrado a María
Hace 33 minutos.
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