Sin pasar de largo

Para el día de hoy (03/10/11):
Evangelio según San Lucas 10, 25-37

(Aún después de tanto tiempo, la parábola del buen samaritano sigue provocando sobresaltos, desatando emociones e impulsando viajes corazón adentro.

Es claro: la Palabra es Palabra de Vida y Palabra Viva, no es sólo enseñanza pretérita pronunciada en tiempos remotos. Palpita hoy, en nuestro presente, diáfana en nuestras noches.
Pero también socava valientemente nuestras falsas seguridades, y es una bendición que nos surjan cuestionamientos y que se nos despierte la conciencia adormecida.

Quizás sin reconocerlo, detentamos la misma postura del doctor de la ley que interpela al Maestro: necesitamos por escrito y sin ambages que se nos diga de manera explícita qué debemos cumplir, qué normas seguir y cual es nuestra obligación canónica y ortodoxa para alcanzar los parabienes del más allá.

Pero la Salvación se teje en nuestro presente, fruto de la Gracia que se ha encarnado en la historia en Jesús de Nazareth por el Sí! inmenso de una pequeñísima muchacha judía. Y sucede que en esos afanes de volvernos puntillosos cumplidores de moral religiosa, pasamos de largo al caído a la vera del camino, al Dios que allí languidece apaleado.
No nos conviene ese Dios; lo preferimos celestial, inaccesible y, también, manipulable por cuantificables acciones piadosas. Entonces suceden los rodeos que solemos dar, escudándonos en razones religiosas de pureza y pertenencia, en responsabilidades adjudicadas a otros, en sesudas interpretaciones ideológicas.

Pero la realidad está aquí, mujeres y hombres que agonizan en soledad, en olvido, en exclusión, malheridos de indiferencia, librados a su suerte por un mundo que los muele a golpes y los arroja a un costado medio muertos.
Y del lugar insospechado, de donde menos se lo espera, de esos sitios y esas gentes que preclasificamos con rótulos nada buenos y, a menudo, bastante crueles, viene el viento fresco de la vida plena.

Son ellos, los que se atreven a acercarse, a no pasar de largo frente al que sufre, los que no pueden tolerar el dolor ajeno soportado en soledad, los que levantan al caído, los que no dan rodeos a la hora de la compasión, los que nos están diciendo aquí y ahora con el Maestro que es hora de ir y hacer lo mismo.
Al prójimo se lo reencuentra de un solo modo: aproximándose/aprojimándose, y quizás la única religión verdadera sea la que exprese en todo lugar el socorro y la misericordia al necesitado.

Tal vez le hemos perdido la mano al oficio de ir sanando heridas, de ir colocando vendas santas de consuelo. Y probablemente se nos hagan escasos los recursos propios para pagar las posadas necesarias para tantos.
Será cuestión de ir aunando un poco de aceite, algún trago de vino bueno y un par de monedas para el después también, porque la compasión es amplia, actúa en la urgencia pensando en el regreso y el reencuentro, eso que llamamos Iglesia y que no es otra cosa que fraternidad de Misericordia encarnada en estos arrabales)

Paz y Bien




1 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

El amor que luego, si realmente es amor, rebotará en el samaritano, nace de la confianza que brota del diálogo día a día. Es en el encuentro con el PADRE donde se despierta esa vocación de amar.

Porque, primero es el PADRE quien nos Ama, y tanto nos Ama que nos crea por amor y hasta dar la vida de su HIJO por el rescate de nuestro Amor.

Un PADRE así, que necesita de sus hijos porque Ama hasta el extremo, cuando se descubre, no tiene otra salida que la correspondencia. Nuestra experiencia con nuestros padres de la tierra nos lo revela claramente. ¿Cómo será con el PADRE del Cielo?

Y la consecuencia de este encuentro se concreta en el samaritano. Como muy bien dices, Ricardo, tal vez hayamos dejado de sanar, o sanemos a media porque nuestro amor no está en sintonía con el de JESÚS. ¡Si descubriéramos el amor del PADRE!

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

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