La Pascua pendiente: hacia Dios de los Abrazos

Para el día de hoy (12/09/10):
Evangelio según San Lucas 15, 1-32

(Quienes nos precedieron en estos caminos de , el pueblo de Israel, ha tenido su Pascua, es decir, su paso de la esclavitud a la liberación en la tierra prometida.

Esa Pascua prefiguraba la Pascua definitiva: la Resurrección de Jesús, su paso de la muerte a la vida, pone fin a la última frontera. Ya nada es imposible.

Pero quizás nosotros también tengamos nuestra Pascua aún pendiente.
Esa Pascua que nos falta es el paso del ídolo de fariseos y publicanos, el falso dios de los premios y las recompensas, el vengador que es a la vez juez, jurado y verdugo, al Dios de Jesús, Abbá de todos.

El Maestro hoy -en este instante- se vale de parábolas para darnos ánimos y señalarnos el sendero por donde se separan las aguas de las miserias y el egoísmo diarios.

Y, si nos atrevemos, comenzamos a mirar y ver con su mirada.
Puede haber cien ovejas, pero cada una de ellas es tan importante como la totalidad de ellas. Más todavía, el Dueño del rebaño -de un modo desmesurado e ilógico- es capaz de arriesgar a noventa y nueve con tal de recuperar a la que se ha extraviado.
Todo queda en segundo plano cuando se trata de reencontrar a quien se nos ha perdido. Y el reencuentro es motivo de alegría compartida.

Pueden haber varias monedas; pero si una de ellas no se encuentra, no importará la hora ni el modo, esa Madre no descansará hasta recuperar lo que es más valioso. Y cuando sucede el hallazgo de lo extraviado, se llama a los vecinos y se contagia el gozo del recupero.
No hay descanso que se justifique cuando lo más valioso -la vida- se extravía. Y cuando una vida es recuperada, hay que llamar a los demás y compartir esa dicha desbordante.

Puede ese Padre tener dos hijos, o millones de ellos en su casa; sin embargo, si sólo uno se pierde, para ese Padre la casa le resultará vacía.
Puede también resultar extraño: ese joven, esos hijos, pueden prescindir de ser tales, y dilapidarse en callejones mundanos. Pero ese Padre jamás se resigna a la pérdida de uno solo de sus hijos. Lo busca afanosamente, sin descanso, sin desmayo. Es un Padre que nunca abdicará de serlo.

Y el hijo descarriado regresa. Regresa por hambre, regresa cargado de vergüenza, regresa agobiado de la tristeza que ha causado.
Aún así, ese Padre que sale al encuentro de ese hijo que regresa, florece en alegría y todo se vuelve motivo de fiesta. Es Su alegría, no tanto la del hijo.

Clave y signo de nuestra Pascua pendiente: dejar atrás ese camino espúreo de premios, méritos y recompensas y dejarnos encontrar en el camino por ese Padre que sale corriendo a nuestro encuentro.

Pasar de una imagen que suele convenirnos, al Dios de la Vida, Dios Padre y Madre que ante todo ama a sus hijos, Dios de la Alegría y los Abrazos que no le importa tanto lo que hagamos hecho, sino que ansía nuestro regreso.

Quizás la Misericordia sea precisamente eso: un Dios que es Todopoderoso porque ama, besa y abraza a todos y cada uno de sus hijas e hijos)

Paz y Bien


2 comentarios:

♥Alicia dijo...

Oración de súplica a Dios

Ayúdame, Señor de mi vida,
a que no sea en vano
mi paso por este mundo.

Ayúdame, Señor de mis días,
a que no sea un castigo
para mi prójimo.

Ayúdame, Señor de mis horas,
a que no esté atado
a mi propio yo.

Ayúdame, Señor de mi alma,
a que no esté ausente
allí donde me necesitan.

Amén.

Con esta oración que me gusta deseo mi querido amigo Ricardo que tengas una Feliz Semana junto a tu familia y de la mano de Jesús y María.
Paz y Bien
♥Alicia

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Una maravilla, Alicia, la verdad no la conocía. Me la anoto para aprenderla, muchísimas gracias.
Una excelente semana para vos y los tuyos
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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