Aceite de esperanza


Para el día de hoy (31/08/12):
Evangelio según San Mateo 25, 1-13

(La Palabra de Dios nos interpela, nos conmina, nos dialoga y exige una respuesta que se traduzca en hechos.
Por ello mismo, ciertas posturas -a veces cómodas, a veces ingenuas- de aceptar sin más interpretaciones profusamente elaboradas sin poner nada de nosotros mismos, pueden inducirnos a error y se rompe el paradigma fundamental de la felicidad que el Maestro nos ha enseñado: felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.

-uno se alimenta de la comida que está en el plato, nunca de un menú ni de los comentarios acerca de las bondades de esos manjares-

Así entonces en la parábola que se nos ofrenda en el Evangelio para el día de hoy, podemos animarnos a descubrir no sólo la actitud de las jóvenes necias y de las jóvenes sensatas, sino más aún: que aunque se tarde, aunque quede descartada cualquier inmediatez, indefectiblemente el Reino acontecerá y serán unas bodas a celebrarse entre Dios y la humanidad, es decir, un encuentro y alianza definitiva amorosa y feliz.

Ahora bien, la pasividad no está en sintonía con la Gracia. No podemos darnos el lujo de instalarnos, de quedarnos quietos, de adormecernos esperando a que todo suceda sin ser parte, espectadores antes que actores y protagonistas humildes.
Se trata de navegar hacia un horizonte cierto, con rumbo sostenido y no tanto de flotar erráticamente.

En la Palestina del siglo I el aceite de las lámparas era fundamental: su ausencia garantizaba noche cerrada y oscuridad férrea, frente a lo cual sólo quedan dos opciones, el sueño o el miedo.
Por eso es tan decisiva, en aquel entonces y ahora también el cuidado de ese aceite y la precaución de que la llama se mantenga encendida.

Las jóvenes que mantuvieron sus lámparas encendidas y aceite abundante, no se vuelven de pronto egoístas en el momento decisivo. En realidad, no pueden transferir lo que es único y personal.
Sin embargo, sí podemos compartir esta pequeña llama que somos, para que otras tantas lámparas se enciendan.

Porque el aceite es la esperanza que disipa toda noche, con la magnífica certeza de que en cualquier momento celebraremos unas bodas eternas con el mejor de los vinos, aquel mismo vino del cual se ocupaba María de Nazareth)

Paz y Bien

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