Para el día de hoy (10/02/11):
Evangelio según San Marcos 7, 24-30
(Nada en su favor: mujer -algo menos que nada para aquellos tiempos-, pagana -ajena al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob- y además, de origen sirofenicia, es decir, impura por no pertenecer al pueblo elegido.
Como si no fuera suficiente, tiene una hija enferma, alienada, imposible de curar...
La fama del Maestro como taumaturgo o sanador lo precede; aún desde esa mirada parcial, la gente de los bordes, de los que menos podría esperarse algo, es la que mejor sabe que es fácil acercarse a ese rabbí galileo, varón judío con todas las de la ley, enteramente fiel a las tradiciones que aprendió en el hogar del carpintero de Nazareth.
Es una cuestión de fé: el Maestro se deja encontrar con facilidad por quienes lo buscan con fé, con humildad, con un corazón sincero sin importar origen, práctica religiosa, género o condición social.
Parece que es tiempo de mujeres: por la fé de esa mujer acontece el milagro de la sanación de su hija, y es precisamente por ello: es una mujer que, ante todo y por sobre todo, es madre, que no suplica nada para sí sino que implora por su hija. Tiene la autoridad incuestionable de los que aman sin reservas, y que se alegran con migas de misericordia, pues saben que tienen la misma fuerza e intensidad del pan bendito de donde provienen.
En la aparente pasividad de Jesús, podemos imaginarnos su mirada puesta sobre esa mujer: el amor es causal de milagros, los que aman son milagrosos pues conocen a Dios, y en ese amor de madre -sin dudas- Jesús reconoce la bondad y la ternura de Abbá, y por ello se estremece y la alaba.
Tiempo de madres, tiempo santo de Dios y el hombre, de un Dios que es todopoderoso porque es Amor, kairos de la salud y la vida sin límites ni exclusiones)
Paz y Bien
Granito de arena de Esperanza...Viernes de Pasión
Hace 3 minutos.
2 comentarios:
Maravilloso comentario, Ricardo. Gracias por ser portavoz del Padre Universal, el que acoge a todos sin exclusiones, ya sea por sus creencias religiosas o políticas y que todavía hoy, desgraciadamente, aún es para muchos el padre desconocido.
Que Él te bendiga.
Querida Victoria, nada más cierto: a esa certeza, agregaría que a menudo Abbá se nos hace desconocido también para nosotros mismos cuando le damos la espalda, cuando no nos rendimos ante lo evidente de su bondad y su ternura.
Que el Dios de la Vida te bendiga, acompañe y muestre su rostro.
Paz y bien
Ricardo
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