Mesías diversos

Para el día de hoy (15/02/11):
Evangelio según San Marcos 8, 14-21

(-Abran los ojos y cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes-, es la advertencia del Maestro a sus amigos... a los Doce, a todos nosotros, a vos, a ella, a tí y a mí.

La levadura del formalismo religioso carente de corazón, de la pura exterioridad en donde no hay espacio para la compasión y la misericordia.
Y la levadura herodiana, esa misma que es incapaz de entender el poder como servicio, que justifica con sabihondas explicaciones el hambre y la miseria y el pan que falta a la mesa de tantos.

Este Salvador, sinceramente, hablaba de su Padre y sus palabras iban a contramano de todo esto.
La levadura del Reino -un puñado pequeño e imperceptible- hace crecer la masa de tal manera que el pan alcanza para todos, y aún saciados quedan varias canastas llenas para los que aún no han llegado.
Quizás las cosas del Reino sean una sinfonía de la desproporción, música de la Gracia que no mide ni acota el bien que se palpita, lluvia fresca de bondad que persiste en estos campos agobiados de toda sequía.

Ellos habían visto a Jesús alimentar a cinco mil hombres una vez, y otra a cuatro mil; en ambas ocasiones quedaron doce y siete canastas respectivamente llenas luego de que todos se saciaran. Pero seguían sin entender...
Probablemente no hubiera malicia en sus almas sencillas; ellos venían caminando con su Maestro desde una buena cantidad de tiempo, habían dejado familia, hogar y trabajo por seguirle.

El problema era otro: el problema era el de los mesías diversos, es decir, que cada uno esperaba a un Salvador adaptado a esa imagen que cada uno de ellos tenía del Mesías.
¿Quién lo sabría con precisión? Acaso un Salvador poderoso y guerrero, un Mesías acotado a los hijos de Israel, un Rey con toda la orna y el boato reales, un genial conductor de almas y vidas...pero quizás nunca un sencillo servidor, un Siervo sufriente preocupado por el hambre de las gentes, volcado su corazón a los que sufren, que no enseña normas ni doctrinas sino que habla de Dios y lo llama Abbá! -¡Papá!-, que cuenta acerca de un Reino que tiene su jurisdicción primera en el alma, corazón adentro, que no le importan orígenes ni partidas de nacimiento.

La gran pregunta que nos está haciendo a cada uno de nosotros es precisamente ésa, si no terminamos de entender, si nos hemos vuelto incapaces de ver el milagro mayor del amor en el pan compartido, si nos animamos a abrir los ojos para mirar y ver a ese Salvador que nos invita a dar un paso más, compartiendo no sólo el pan de las canastas sino nuestras propias existencias.)

Paz y Bien



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