Para el día de hoy (24/02/11):
Evangelio según San Marcos 9, 41-50
(En el Evangelio para el día de hoy, el Maestro se expresa con una dureza que sorprende, quizás en parte porque a muchos de nosotros nos resulta conveniente un Cristo de palabras suaves, simpáticas y tranquilizadoras, un calmante que se ingiere en metódicas dosis litúrgicas...y no tanto un Redentor que sea capaz de conmover hasta nuestras fibras primeras, desestabilizarnos para hacer pié con el filo agudo y liberador de la verdad desde la mansedumbre.
Tal vez sea más que adecuado dejar que su Palabra nos interpele, antes que enredarnos en interpretaciones estériles.
Así, podríamos decir que hay una exigencia perentoria a cambiar de vida -eso que llamamos conversión- y que se expresa en una ética trascendente, desde la convicción fundante del cuidado del hermano, del interés del otro antes que la satisfacción del propio ego, de la protección a cualquier costo de los más pequeños, vulnerables y desprotegidos.
La identidad es clara: cada uno de ellos es el Señor, todo lo que a ellos les suceda -por gestos de bondad, por acciones de horror o por omisiones desde la desidia- le sucede al mismo Jesús. Él se identifica plenamente con los pequeños así como se identifica con su Padre, de tal modo que al ver a Jesús vemos al Padre...y en el rostro de los pobres y pequeños, resplandece el rostro del Maestro.
Hay un error posible en torcer nuestro modo de ser en el mundo -ethos, ética- si suponemos en sus palabras una amenaza; lo verdaderamente urgente no es el riesgo de caer en el abismo del sin regreso, sino en no sostener desde los huesos y aún a costa de la propia vida esas convicciones que nos constituyen y por las que nos reconocemos mujeres y hombres de sal, hermanos e hijos de la paz.)
Paz y Bien
Granito de arena de Esperanza...Viernes de Pasión
Hace 43 minutos.
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