El desafío

Para el día de hoy (30/10/09)
Evangelio según San Lucas 14, 1-6

(Resulta extraño, pero hemos venido leyendo que en varias oportunidades, sus más enconados enemigos lo invitaban a cenar al Señor.
Probablemente, buscaban más de cerca encontrar motivos para condenarle, para mostrar y objetar su enseñanza... Pero también, terciaba el interés que las palabras de Jesús despertaban en ellos: ¿quién és este hombre que nos habla con tanta autoridad?.
Lamentablemente, estaban más aferrados a sus normas que a Dios, y esa era una corteza muy difícil de romper: el interés que suscitaba quedaba en la mera emoción externa, superficial, nunca los conmovía y transformaba.

En el Evangelio para el día de hoy, leemos que Jesús había sido invitado a cenar un sábado a la casa de uno de los principales fariseos.
Y extrañamente, allí, en la casa de uno de los jefes, en ese día sagrado -Sabbat-, el Maestro no tiene empacho en desafiar a sus anfitriones, cuestionando su mentalidad, sus normas, su aferrarse a armazones que son de ellos pero no de Dios: quiere traspasar esa corteza que los envuelve, y llegar a sus corazones.

Vayamos a la Palabra: nos dice que "delante de él había un hombre enfermo de hidropesía".
-La Palabra de Dios es Palabra de Vida y Palabra Viva, y en ella nada sucede ni está escrito por casualidad, todo tiene un sentido-
Delante de Él: solamente se puede "ver" al enfermo, al necesitado desde un corazón compasivo, misericordioso. Los demás, sólo lo miran pero no lo ven, están cegados en la soberbia de su razón.
El hombre tenía un sufrimiento doble: su enfermedad (la hidropesía provocaba edemas diversos que desembocaban en la muerte) y la exclusión a la que estaba sometido, pues se consideraba a la enfermedad como consecuencia del pecado o de una maldición.
Desde el enfermo, desde el necesitado, desde el excluído, el Maestro lanza el guante del desafío.
Toma al enfermo de la mano -un gesto de ternura, un modo absolutamente personal-, lo sana -es el poder de Dios!- y lo despide -el hombre, por la misericordia de Dios, llega preso de sus miserias y parte libre y vivo y pleno-.
Y allí señala, contundente y sin lugar a interpretaciones diversas, o a disquisiciones inútiles: toda norma y estructura religiosa o social, debe ponerse primeramente al servicio del necesitado.
Y el culto -¡la cena!- debe partir y expresar esa misericordia que es Dios y se expresa en el auxilio y socorro del hermano caído.

Quizás rumiando la Palabra de hoy, y desde una oración sincera, invitemos a Jesús a que venga a cenar con nosotros.
Así es, y así sea.
Que venga a nuestras casas -eclesiásticas, comunitarias, familiares, personales- y nos desafíe: es imprescindible que nosotros también quebremos esa dura corteza de indiferencia y de falsa paz que implica la comodidad y la ausencia de conflictos.
Así sea, Señor.)

Paz y Bien


3 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Ese es el camino, Ricardo, la Cruz. Sin cruces nunca llegaremos a encontrar a JESÚS, porque es precisamente en nuestras cruces de todos los días, "como denominas a tu hermoso blog", donde podemos encontrar al Sanador que nos libere y nos salve.
Gracias por tus profundas y hermosas reflexiones que nos iluminan, ne el ESPÍRITU, a caminar por la senda de la verdad.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

Francisco Cavada dijo...

Hola:

Comparto lo que te dice el amigo Salvador Pérez, este tu blog es una ventanita para mirar las cosas desde otra perspectiva... es la idea. Yo también agradezco tu tiempo para publicar y acercarnos mucho más a Dios a través de tus letras.

Saludos y bendiciones para ti y los tuyos.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Estimados hermanos Salvador y Francisco: gracias por la generosidad de sus palabras; sin duda, este mínimo esfuerzo del blog tiene por contrapartida miles de cosas valiosas que seguramente son Gracia, pues no la merezco: entre ellas, la cercanía diaria con la Palabra y la comunión con los hermanos, como sucede con ustedes.
Que el Dios de la Vida los sostenga y anime a ustedes y colme de alegría a los suyos.
Un abrazo fraterno en Cristo y María.
Paz y Bien
Ricardo

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