Pueblo nuevo que camina hacia todos los encuentros, Iglesia y comunión













Para el día de hoy (24/01/20) 

Evangelio según San Marcos 3, 13-19










El proyecto de Dios nunca se detiene.
Desde una mirada de fé, podemos afirmar sin vacilaciones que hemos recorrido un largo camino desde las tiendas en el desierto del viejo pastor de Ur.

Una amorosa promesa de amor, que es rescate y liberación es entretejida por Dios en la historia. Un pueblo nacido en tribus esclavas, peregrino hacia tierras nuevas, es portador de esa promesa, a pesar de sus quebrantos, aún con sus infidelidades.
Porque ese Dios es un Dios de una fidelidad infinita e inquebrantable. Es el Dios de una alianza que perdurará por los siglos, alianza que lo une para siempre con los suyos, alianza que también es símbolo de sus esponsales con la humanidad.

Ese pueblo elegido y bendito madura y al tiempo propicio de los frutos cosecha al Salvador.

El Cristo de la Encarnación, Dios con nosotros, inaugura un tiempo santo -kairós- de Dios y el hombre, y funda un pueblo nuevo que no estará definido por la raza, por la cultura, por las banderas o ideologías.
Se trata de un pueblo que se afirma y establece a partir de vínculos trascendentes de caridad y fraternidad, pero por sobre todas las cosas, por su unión a Cristo, pueblo que es familia como el mismo Dios.

Las grandes cosas, los grandes aconteceres en el tiempo de la Gracia comienza con humilde pujanza, con la fuerza silenciosa de una mínima semilla.
Así este pueblo se edifica a partir de unos pocos hombres elegidos por el Maestro, que serán enviados con una misión asombrosa, pero que ante todo son precisamente eso, elegidos por Él, sus amigos, sus hermanos.

El pueblo nuevo crece y se edifica, árbol santo que ha de dar frutos, árbol firme que nunca perecerá pues su savia es el Espíritu Santo, pueblo nuevo que camina hacia todos los encuentros, Iglesia y comunión.

Paz y Bien

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