Cordero de Dios, Cristo vivo y presente en medio de su pueblo














Domingo 2º durante el año 

Para el día de hoy (19/01/20):  

Evangelio según San Juan 1, 29-34









El signo del Cordero pascual era y es una imagen decisiva y cara a los afectos del pueblo de Israel: evocaba la intervención de Dios en la historia del pueblo, el éxodo liberador, la noche de la primera Pascua en la que las gentes señalaban las puertas de sus casas como señal de vida.

Por ello mismo, el testimonio del Bautista habría de ser impactante para todo el que lo escuchara. Para todo creyente de fé judía, que se adjudicara la condición de Cordero pascual y, más aún, de Cordero de Dios a una persona y una persona desconocida, por lo menos causaba un impacto y un asombro difíciles de describir.

Así a nosotros nos puede suceder lo mismo: por entre la multitud que se llega a orillas del río Jordán a bautizarse, viene silencioso y humilde -paciente, ocupando su lugar en la fila- un galileo, un artesano de Nazareth, y solamente a los ojos de Juan no pasa inadvertido, como no pasa inadvertido ese Cristo liberador a las mujeres y hombres del Espíritu, plenos de confianza y profecía. 
Ese momento único es imposible de describir, aunque se tenga la profunda precisión de los artistas: ese momento se vive.

Afirmar que ese Jesús de Nazareth, que se acerca como uno más por entre el bullicio, es el Cordero de Dios, es reivindicar que creemos en Alguien antes que en algo, es afirmar que Dios interviene directamente en la historia para quitar el pecado del mundo, para enviar al destierro permanente todo lo que se opone a la vida, a la plenitud, a la felicidad.
A través de Jesús y por Jesús, acontece el éxodo definitivo, y es una victoria extraña, en donde no hay vencedores ni vencidos: no es una ideología distinta a la imperante, ni planes contrapuestos a los poderosos o a los opresores, hay más, siempre hay más.

Se trata de reconocer que en ese Cristo que nos viene encontramos liberación porque Él comunica la asombrosa Gracia, que es la plenitud del amor de Dios que se comunica.

Hay que atreverse a señalar al Cristo que está presente entre las gentes, resplandeciente en los pobres, y volver a transparentarnos para que se lo reconozca, para que haya celebración de libertad, tierra prometida de fraternidad y vida creciente.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Señor, que como Juan el Bautista, sepamos reconocerte. Paz y Bien! Buen Domingo🙏

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