Domingo 20° durante el año
Para el día de hoy (20/08/17)
Evangelio según San Mateo 15, 21-28
Desde el comienzo mismo de la lectura para este día, el Evangelista Mateo nos pone en entredicho seguridades y preanuncia una aureola de conflicto: Jesús de Nazareth ha partido de tierras judías, de tierras santas y se retira a Tiro y Sidón, ámbito extranjero y, por tal, pagano y religiosamente impuro.
Para la religiosidad imperante en la época, estas cuestiones eran cruciales: sólo a Israel, como heredero de las promesas de Dios, llegaría la bendición divina, la salvación. Se trata de una endogamia cordial, exclusiva y excluyente. En casos más exacerbados, el extranjero -el gentil- es tratado con abierto desprecio.
Y Jesús de Nazareth, fiel hijo de sus mayores, era judío hasta los huesos.
Por otra parte, judíos y gentiles -muy cercanos entre sí geográficamente- tenían algo en común: estaban ostensiblemente oprimidos por el imperio romano que los subyugaba sin piedad.
Entre esos matices se puede comenzar a comprender el encuentro del Maestro con la mujer cananea.
El detalle que destaca también es que los discípulos quieren que el Maestro despache rápido a esa mujer, pues se vuelve cargosa, molesta con sus gritos. Quizás les moleste tanto su insistencia como los prejuicios étnicos, religiosos y, obviamente, los de género.
Seguramente la fama del Señor como taumaturgo trascendía las fronteras judías. Esa mujer que grita no pide para sí, suplica por su hija. Es ante todo una madre, y tal vez por ello no conste su nombre.
Ella sabe que en el joven galileo hay respuestas, hay salud y liberación para su hija, que no encuentra en cualquier otra parte o persona.
La expresión que habla del pan de los hijos y los cachorros, con toda probabilidad se trate más de un slogan usual en esos tiempos en referencia a los campesinos judíos expoliados por los brutales tributos impuestos por los romanos/perros.
Más aún, esa mujer llama al Maestro como "Hijo de David": al Él ese título, aunque exacto, no le gustaba, pues remitía inevitablemente a una reivindicación de la corona real. No obstante, ella lo reconoce como Señor, y su argumento inteligente y perspicaz se fundamenta en la clave de todo destino, la fé, y la fé en Cristo.
Ella lo reconoce como Señor, Él reconoce su fé y su confianza. Ella, tan distinta y ajena, tiene más fé que los pretendidamente propios, los discípulos.
Cuando nos conocemos y re-conocemos pueden suceder milagros.
Ese Cristo conmovido revela a un Dios que se deja convencer, que no impone criterios mezquinos de pertenencia, que desdibuja fronteras férreas porque la pertenencia a su familia acontece desde la fé, desde la confianza en ese Cristo, Hijo de un Dios tan solidario con la humanidad que se ha hecho uno más entre nosotros.
Paz y Bien
1 comentarios:
"Cuando nos conocemos y re-conocemos pueden suceder milagros".
Qué verdad tan grande. Ojalá sea esto una realidad en nuestro vivir cotidiano.
Un saludo
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