Vigilancia, sensatez y prudencia




San Agustín, obispo y Doctor de la Iglesia

Para el día de hoy (28/08/14) 

Evangelio según San Mateo 24, 42-51





Sensatez y prudencia. Dos términos que si bien no son sinónimos, son parientes muy cercanos en su raíz etimológica y significativa: el primero refiere a la capacidad de buen juicio y de percepción veraz y real de las cosas, mientras que el otro implica el obrar con cautela de acuerdo a lo que se conoce en profundidad, es decir, mirar delante de sí lo que adviene y actuar en consecuencia.

En el Evangelio para el día de hoy, el Maestro insta a la vigilancia. Vigilancia no tanto como una guardia armada, sino vigilancia en su sentido de vigilia, de estar despiertos, de abrir bien los ojos, de espera atenta. Como aguardan, expectantes, los que aman. Sólo los que aman saben esperar, porque saben que Aquél que esperan está vivo y presente, y regresará en plenitud en cualquier momento. Más aún, saben que está de regreso.

Los que aman esperan confiados y cuidan de una viña que, saben bien, no les pertenecen. Hacen las cosas movidos por ese afecto primordial que deviene en obligación cordial, más no por un pago ni un premio. Por eso vigilan con sensatez y prudencia, pues son capaces de actuar con cautela, de correr riesgos cuando hay que correrlos y a la vez, esgrimen una prudencia que es naturalmente hermana de esa providencia que es el rocío de todas las almas agobiadas.

Sin embargo, a veces la prudencia ejercida ostensiblemente sólo esconde cobardía. Hay que saber jugarse los huesos por la viña, con toda humildad. Sólo somos servidores menores, pero no obstante ello, servidores confiados que hacemos lo que debemos, porque aunque quizás no sepamos el momento exacto, conocemos que vá a ocurrir, y más aún, confiamos en que ese regreso, que es la plenitud de toda la creación, ya ha comenzado.

Paz y Bien

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