Para el día de hoy (23/08/14)
Evangelio según San Mateo 23, 1-12
En la lectura que nos ofrece la liturgia en este día, es menester destacar algunas cuestiones.
Una de ellas, es que Jesús de Nazareth -manso entre los mansos, infinitamente humilde de corazón- tenía su carácter, y no andaba con floreos a la hora de decir verdades, quizás un Cristo muy distinto de ciertas imágenes melosas, pueriles y, tal vez, inocuas que suelen propalarse por allí y que a veces resultan tan convenientes, pues no incomodan ni interpelan.
Otra de esas cuestiones es su crítica a los dirigentes religiosos, en especial a escribas y fariseos: la dureza de lo que expresa no está motivada en tanto que dirigentes judíos, sino antes bien y especialmente en tanto que maestros y doctores hipócritas, que prescriben una moral al pueblo que ellos no cumplen, obligaciones que se imponen a los otros y que ellos mismos son los primeros en no cumplir, obligaciones tan gravosas que son causa de opresión y pesar para las almas, en especial para los más pequeños.
El Maestro se explaya respecto a la cátedra de Moisés: en la estructura de la sinagoga, es un sitial importante -por lo general, una silla- desde donde la autoridad que interpreta y educa explica la Torah y los Profetas, es decir, enseña las cosas y la voluntad de Dios desde la Sagrada Escritura. Por eso impetra escuchar con atención la Palabra, pues es en verdad lo que es eterno y prevalece siempre, pero a la vez manda a blindar el corazón de toda hipocresía, esas ganas de figurar, esas ansias de prebendas, títulos y jerarquías que no se acotan solamente a la dirigencia judía de su tiempo.
Porque Cristo es Dios entre los hombres, un Dios que se despoja para la Salvación de todas sus hijas e hijos, la humanidad entera, y que desde el misterio de la Encarnación señala el camino, camino de la Gracia, camino del servicio, de la abnegación, diaconía que es liberación, verdad, amor.
Allí comienza la raíz de toda autoridad que se precie de tal. No por lo que se imponga, sino por como se ame y por cómo se sirva a los hermanos, sin reservas, a fuerza cordial de generosidad.
Paz y Bien
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