La Asunción de la Virgen María, solemnidad
Para el día de hoy (15/08/14)
Evangelio según San Lucas 1, 39-56
Es una muchacha judía, casi una niña, que recorre una gran cantidad de kilómetros -Palestina, de norte a sur, de Galilea a Judea-, incluso por rutas peligrosas, con el Hijo de Dios en su seno.
María, portadora de la Salvación.
Ella llega al hogar de Zacarías e Isabel, y se desatan la alegría y el entusiasmo adormecidos. Cada vez que nos encontramos y somos capaces de conocernos y reconocer en el otro la presencia del Altísimo, todo se transforma.
María, causa de nuestra alegría.
María es consuelo, es ternura, es presencia, es servicio pero también nos cuestiona. Bendita entre todas las mujeres, nos revela el rostro materno de Dios y nos pregunta, en silencio, si también portamos en nuestros corazones la alegría del Salvador. Si somos capaces de permitir/nos que el Espíritu nos vuelva fecundos. Si nos atrevemos a descubrir el paso salvador del Dios liberador en nuestras existencias.
Feliz por creer. La fé es don y misterio, y es realidad transformada, de la felicidad definitiva que se expresa en la alegría que somos capaces de compartir.
María descubre la acción redentora de Dios en su pueblo y en todos los pueblos, Dios que libera, Dios de todas las esperanzas para los pequeños, para los cautivos, para los oprimidos, Dios inclinado a los que ya no pueden más, Dios que sostiene, restaura y levanta a los caídos, Dios al que hay que celebrar cantando las maravillas de su magnífica mirada bondadosa.
Ella nos precede en la plenitud. Su Pascua es anticipo de plenitud para toda la humanidad que se anima a creer, a amar, a reconocerse pequeños y amados por Dios.
María de Nazareth, madre, hermana y discípula, compañera de nuestras caídas, guardiana de nuestros afectos, protectora de nuestras esperanzas, socorro perpetuo de nuestros esfuerzos misioneros para que toda noticia sea buena y sea nueva.
Paz y Bien
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