Ssnta María Reina
Para el día de hoy (22/08/14)
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
Debe ser en gran medida por los afectos, por cariño, por las ansias que tienen todos los hijos en todas partes de contentar y honrar a su madre. Hemos elevado su imagen en altares altísimos, la hemos engalanado con joyas portentosas, coronas, vestidos celestiales. Pero quizás -más allá que siempre los amores cuentan- en esos modos nos alejamos de de la verdad primordial.
Y la verdad primordial es que María de Nazareth era una muchacha judía muy joven, casi una niña, campesina invisible de una aldea ignota en la Galilea de la periferia sospechosa. Y a través de esa muchachita pequeñísima de corazón enorme, Dios teje una alianza definitiva con toda la humanidad. Y se hace uno más entre nosotros, urdimbre santa de tiempo y eternidad en el seno fecundo de esa mujer, la tierra sin mal de su alma transparente, que recibe, cobija y abriga a la Palabra de Dios, Verbo que se encarna por y para nosotros, Dios del universo en nuestra cotidianeidad.
En la silente humildad de su entrega generosa y confiada se inaugura el tiempo nuevo, el tiempo de todos los asombros, el tiempo que declara la finalización de los imposibles, el tiempo santo de Dios y el hombre, kairós que es ofrenda y bendición que se expande como rocío en el trigal sediento de un mundo que se aferra a campos yertos.
El Dios de María de Nazareth es un Dios magníficamente parcial, deliberadamente inclinado hacia los pequeños, los humildes, los que no cuentan, Dios que levanta a los caídos y libera a los oprimidos, que redime a los cautivos, que interviene con su corazón sagrado en la historia humana para que nadie se pierda, para que haya mesa grande, para que la tierra sea de los mansos, para que todos seamos felices.
Porque cuando la Madre está presente, seguro -sin dudas- allí está el Hijo. Y esa presencia cálida, rostro materno del Dios de la vida, siempre nos está recordando que es menester hacer lo que Jesús nos diga, para que la vida no se nos apague, que no falte el vino de la justicia, y que sea la existencia una fiesta agradecida, con todo y a pesar de todo.
María es Reina de tanto que se parece al Hijo. En la mirada y en el corazón, y el universo entero es distinto por un Sí enorme de una mujer tan sencilla. Porque la Salvación está entre nosotros, porque la Gracia fecunda la tierra.
Paz y Bien
2 comentarios:
“María es como la estrella de la mañana en medio de la oscuridad de las nubes, y el curso de su vida brilló como resplandece la luna en la plenitud de su luz. Como el sol, envía también ella fúlgidos resplandores.”
Hermoso lo que comparte, Pensamiento.
María es la madrugada fiel de nuestra Salvación, en el alba de Cristo.
Paz y Bien
Ricardo
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