El único poder que cuenta



Para el día de hoy (02/07/14) 

Evangelio según San Mateo 8, 28-34




Varias veces se ha mencionado, pero nunca está de más recordarlo: los Evangelios no son crónicas históricas o narraciones atadas a devenires históricos exactos, sino que son relatos teológicos, es decir, espirituales. Por eso mismo, como tales y como Palabra de Dios es menester animarse a ir más allá de las apariencias, superar la mera literalidad, ir hacia la escucha atenta y fecunda.

La liturgia hoy nos ofrece una lectura plena de símbolos, es decir, de ventanas por las cuales podemos atisbar al infinito, la eternidad, Dios.

La Palabra nos sitúa en tierras de los gadarenos, parte de la Decápolis; era un grupo de diez ciudades que no pertenecían a Israel, que tenían gobiernos propios y que eran particularmente paganas en su gran mayoría. Como área de gentiles, es casi imposible que un rabbí judío camine por sus calles en talante misionero y de enseñanza: el ministerio de Jesús de Nazareth es asombroso, desafiante y rompe con cualquier norma impuesta, con los preconceptos que se abroquelan en rígidos corazones, pues la Salvación ha de llegar a todos los pueblos.

Todo parece obscuro, plagado de signos de inhumanidad. Son dos los endemoniados, símbolo de un alma alienada, partida, fracturada su existencia por un dolor que es difícil de identificar. Y habitan entre los sepulcros, casas habituales de la muerte, no hogares para ninguna persona; en su miseria y por la pavura que provocan, también conocen como propia a la soledad. 
El gran problema es también la resignación, el acostumbrarse a estar mal, el acomodarse al sufrimiento, los devaneos escasos de la mera supervivencia. Por eso se eleva la queja airada. La sola presencia del Maestro quebranta el tempo malsano con música nueva, y en esa queja hay, quizás sin quererlo, una gran verdad: llega una Salvación que es aquí y es ahora, no una cuestión lejana de tiempos postreros.

La piara de cerdos son el símbolo de de lo impuro, de lo aberrante, de lo ajeno a Dios. Está muy bien que se pierda todo en el precipicio del olvido, pero el cuestionamiento de los gadarenos tiene el mismo tenor de aquellos que anteponen posesiones y poder por sobre el bien de los demás. Porque en el horizonte de la Gracia, una sola vida vale más que todos los tesoros del mundo, y es algo que aún no hemos terminado de aceptar.

La sola presencia del Señor es motivo de salud/Salvación, de liberación. 
Porque en verdad el único poder que cuenta es el amor de Dios. Todo lo demás es perecedero y pasajero, sólo el amor permanece para siempre.

Paz y Bien

4 comentarios:

pensamiento dijo...

Cristo nos guía a salir cada vez más de nosotros mismos, para entregarnos y servir a los demás.

Caminar dijo...

Buena tu reflexión como siempre. Añadiría algo que le pido al Señor. Los de pueblo salieron y le pidieron a Jesús que se alejara. Que jamás nunca, ningún cristiano le pidamos a Jesús se aleje de nosotros, bien con nuestras palabras o acciones. Sí nos lo conceda y nunca se aparte de nuestro lado.
Un saludo en Cristo.
Buen verano.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Pensamiento, quizás el amor sea, ante todo, salir de sí mismo y vivir en y para los otros, fieles a la misma esencia que Dios que resplandece en cada mujer y en cada hombre, y su mejor expresión la caridad.

Paz y Bien

Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Caminar, a tus palabras me atrevería a añadir también que a veces lo alejamos de un modo inadvertido o tácito, cada vez que le otorgamos primacías o importancias raigales a todo aquello que no lo tiene.

Quiera Dios que permanezcamos en nuestra humilde oración, suplicando siempre que se quede, pues si Él no está la noche y la oscuridad se instauran.

Un excelente verano para tí y tu comunidad, María. Por aquí, por este sur tenemos que pasar dos inviernos: el del clima y el de ciertos corazones interesados en desencuentros, en mezquindades, en declamaciones banales que nada tienen que ver con el re-conocimiento del otro. Pero unos cuantos -muchos, a Dios gracias- a pesar de nuestras limitaciones y miserias, seguimos confiando. Quien es ahora el Santo Padre fué nuestro obispo en esta Buenos Aires a menudo tan confusa, y quizás la mejor ofrenda que podamos hacerle es ofrecer nuestra oración y atrevernos a edificar ámbitos de concordia.

Un abrazo en Cristo y María

Paz y Bien

Ricardo

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