La identidad irrevocable

Para el día de hoy (13/01/12):
Evangelio según San Marcos 2, 1-12

(La multitud se agolpa frente a la casa de Cafarnaúm; entre ellos, férreamente sentados en la butacas de su doctrina, varios escribas observan todo con severa atención.
Por entre el gentío, traen en una camilla con un hombre aquejado de parálisis. No sabemos su nombre, quizás porque ha sido tantos los estragos que el mal han hecho en él, que sólo es un paralítico, un enfermo, un impuro.

Sin embargo, tiene compañeros solidarios que saben que en Jesús pueden encontrar alivio a esa dolencia; ellos tampoco están identificados con nombres y apellidos, tal vez instándonos a que allí coloquemos los nuestros. A pesar de todo ese bloqueo que les impide la llegada, a pesar de todos los obstáculos, su confianza puede más, porque no hay imposibles para las mujeres y hombres de fé.
Con alegre coraje, abren un boquete en el techo de la casa, y desde allí descuelgan frente al Maestro la camilla con el enfermo.

Es la fé de ellos la que desata los nudos del dolor, es la compasión que los moviliza la que hace florecer el milagro.
El Maestro se conmueve, y le habla al paralizado con la mejor de las palabras: hijo.
Esa palabra eterna restaura, reconstruye, levanta al caído. A pesar del mal causado y del dolor soportado, es el mensaje primero de Abbá!, todos somos sus hijas e hijos, todos tenemos un lugar en su casa a pesar de nuestras miserias y dolencias.
Esa es la ternura que restablece y sana, que devuelve la dignidad extraviada, que lo pone de pié. La presencia misericordiosa del Maestro disipa cualquier oscuridad de exclusión y de pecado.

Es todo un desafío y una misión decisiva. Es menester comenzar a abrir brechas para que tantos vuelvan a encontrar su lugar en esa casa grande que llamamos Iglesia, en donde todos resplandecen en su identidad única de hijas e hijos de Dios, en donde nadie es rechazado ni juzgado por su pasado, sino que se lo abraza y se lo endereza desde el perdón y la compasión.)

Paz y Bien


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho Ricardo.
Mi abrazo en Cisto

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Un abrazo grande, Claudio, y gracias por tu comunión constante
Paz y Bien
Ricardo

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