El Cordero de la liberación


El Santísimo Nombre de Jesús

Para el día de hoy (03/01/12):
Evangelio según San Juan 1, 29-34

(La escena estremece: la voz clara del Bautista convocaba cada vez a más corazones, y las gentes se agolpaban a la orilla del río para bautizarse. Allí, entre la multitud, anónimo y como uno más, esperaba pacientemente su turno Jesús de Nazareth.

Juan tiene una mirada profunda, la mirada de los profetas, la mirada de los hombres del Espíritu, esa mirada que atraviesa todo velo de apariencia. Por eso descubre entre el gentío a Aquél que es su Salvación, y esto es clave para nuestras existencias: no creemos en una idea, no nos afirmamos en conceptos abstractos, creemos en una persona, en Alguien.

-Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo-, proclama el Bautista.

No es una expresión más. Tenía un hondo significado para el pueblo de Israel: por un lado, significaba pertenencia al pueblo de Dios que celebraba en la mesa familiar la Pascua de Yahveh -Seder Pesaj-, y por otro lado, era el memorial perpetuo de esa sangre del cordero con la cual se marcaron las puertas de las casas protegiendo a los niños de la muerte. La sangre del cordero era sinónimo de liberación y vida.

Sin embargo, en esos tiempos -y también tristemente en los nuestros- prevalecía cierta idea acerca del valor expiatorio y sacrificial del Cordero, es decir, la necesidad de aplacar con el derramamiento de sangre las iras de un Dios violento y vengativo, un Dios cobrador de multas y castigador meticuloso, un Dios sediento de tributos dolorosos que eviten la imposición de castigos.
Ese Dios no es el Dios de Jesús de Nazareth.

Probablemente Juan, por historia y formación, hubiera de sostener esa idea; sin embargo es un hombre de más allá, del coraje que implica la fé, del valor que impulsa el Espíritu y por eso intuye que ese Cordero ha de quitar el pecado del mundo.
Habla del pecado del mundo en singular, más no de pecados en plural: se trata de todo aquello que se opone a la vida, ese pecado que significa la opresión que se nos impone y el dolor que causamos, esas barricadas que solemos edificar para que la vida no se expanda, no sea plena.

Jesús es el Cordero de Dios que viene a restablecer la vida, que viene a decirnos no más violencia, no más chivos expiatorios, su Dios es un Dios de amor que es Padre y Madre, que ansía la plenitud de sus hijas e hijos, y que quiere una Pascua perpetua para todos, un paso de liberación que se celebra en mesa de familia numerosa y amplia, esa comida que llamamos Eucaristía)

Paz y Bien

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