A la otra orilla, a través de las tormentas

Para el día de hoy (28/01/12):
Evangelio según San Marcos 4, 35-41

(Jesús invita a sus amigos a cruzar a la otra orilla, y este deseo y proyecto está mucho más allá de una indicación geográfica: cruzar a la otra orilla del mar de Galilea implicaba irse a tierras gentiles, a la Decápolis abundante en paganos, es decir, nutrida de impuros y extranjeros. Hacia allí quiere ir Jesús de Nazareth, fuera del espacio políticamente correcto y ortodoxamente religioso, allí donde nadie en su sano juicio iría, desdibujando torpes fronteras religiosas e ideológicas que separan y matan.

No está sólo en esta travesía: varias barcas quieren acompañar a aquella en donde navega el Señor. Barcas de no sabemos quienes, pero barcas compañeras que no son del todo extrañas. Aún así, los discípulos no entienden ni aceptan el Reino de Dios que les ofrece su Maestro en la gratuidad increíble de su bondad.
Por ello, es claro que Jesús se duerma en la popa; la Buena Noticia es imparable, pero se apaga y diluye cuando pretenden apropiársela unos pocos. Y cuando esto sucede, se desata necesariamente una tempestad.

Todo pensamiento y acción de exclusividad y de exclusión deja a las almas a la deriva. Como bien lo sabía el rabbí galileo, tarde o temprano se cosecha lo que se siembra, y los discípulos han cosechado la tormenta que ellos mismos han producido, tormentas habituales en esta barca que llamamos Iglesia cuando nos cerramos en nosotros mismos, cuando abdicamos del coraje de la misión y del valor evangélico de ir hacia el otro, al distinto, al supuestamente extraño y extranjero que también es mi hermano.

Benditos temporales que nos despiertan de religiosas modorras; puede asomarse el clamor exigente de un Dios que parece haberse dormido, un Dios que aparenta no importarle lo que nos pasa.
Y Jesús levanta la voz, y su grito no vá hacia el oleaje bravo ni a la tormenta enardecida. Ese grito nos expulsa a nosotros los demonios del miedo, esos deseos de preeminencia y jerarquías que resignan toda fraternidad.

Quién será éste Jesús que hasta las tormentas de nuestras mentes y las marejadas de nuestros corazones le obedecen...)

Paz y Bien

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