Cielos abiertos

El Bautismo del Señor

Para el día de hoy (08/01/12):
Evangelio según San Mateo 1, 7-11

(Él viene de Nazareth. Su patria chica es casi nada, no se la menciona jamás en todo el Antiguo Testamento, tiene escasa importancia para los poderosos -excepto, claro está, por la recaudación puntual de los pocos tributos- y es mirada con dedicado desprecio por los religiosos profesionales de siempre. Es una aldea galilea, de esa Galilea de la periferia, de los gentiles, de la sospecha permanente de impureza y heterodoxia.
Está bien lejos de la Jerusalem de Judea, y no precisamente por una distancia en kilómetros.

Aún así, todo comienza allí, de un modo marginal, desde estrechos espacios en donde no encontraremos ni poder ni ortodoxia, como tampoco líderes históricos o caudillos destellantes.

Él mismo se encamina humilde y silencioso, junto a un nutrido grupo de pescadores y campesinos galileos a la orilla del Jordán para recibir el bautismo de parte de Juan, un bautismo que los haga renacer de sus pecados y sus miserias.
No tiene ningún prurito en mezclarse con esa multitud de pecadores que no esconden sus ansias de reconciliación; contra toda previsión, el Mesías se entremezcla e identifica con los considerados impuros y condenados, los permanentes portadores de estigmas y justificados castigos.

Son todos ellos signos que es preciso saber mirar y ver, y que desembocan como ríos caudalosos en el mar infinito de la Salvación.

Es un bautismo -literalmente en su raíz griega, significa sumergirse. Es sumergirse a un pasado de agobio y emerger a una vida nueva y definitiva, vestidos de esperanza y encendidos de alegría.

El Espíritu descendiendo sobre el Maestro y la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado es el mensaje definitivo.
Toda mujer y todo hombre son hijas e hijos amados, predilectos, humanidad destinataria preferencial de los dones increíbles del Espíritu. Es la pura y asombrosa maravilla de la Gracia, que se derrama generosa sobre todos sin importar méritos ni condición.

El que viene a bautizarnos definitivamente a todos hace la fila humilde, anónimo, silencioso.
Él trae un bautismo de fuego que encenderá esa vida que a menudo se apaga, desde la periferia, con los marginados y despreciados, para que nadie falte a su mesa.

Nosotros también tenemos por misión el abrir los cielos de tanto nubarrón de ideas vanas, prácticas estériles y exclusiones puntillosas, para que brille el sol de su justicia, para que nadie más habite en las sombras)

Paz y Bien

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que el Espíritu Santo nos permita comprender nuestra gran verdad: ser hijos de Dios
Un abrazo en Cristo, Ricardo

Marian dijo...

Un día muy grande para meditar.¡Cuanta es nuestra grandeza!
Estoy de acuerdo con Claudio.
Dios te bendiga

Publicar un comentario

ir arriba