Se vive y encarna el Evangelio sin tibieza, el resto es pura y vana apariencia














Para el día de hoy (30/10/19):  

Evangelio según San Lucas 13, 22-30









En verdad, quien esboza la pregunta acerca de cuantos serán los que se salven, parece más un cronista de tonterías usuales, presuroso por conseguir alguna primicia que sea vendible en el mundo de las noticias. Hay muchas preguntas que no pueden hacerse a la ligera.

La lógica clásica indica que una falacia es un razonamiento que induce a error aún cuando se revista de sutileza. La Salvación no es cuantificable, no se registra en contabilidades religiosas, y expresa quizás el criterio de beneficios divinos por pertenencia, es decir, la Salvación está garantizada -en aquél entonces- para los hijos de Israel, o bien para los que integran alguna nacionalidad, o para los que pertenecen a una confesión determinada, aún cuando ella fuera la fé católica.
No hay visas celestiales predererminadas. Fé y obras, nos vamos haciendo paso a paso, en el esfuerzo cotidiano y constante de permanecer fieles y fructíferos; nuestra identidad de hijos de Dios se define por el vínculo con el Padre y con los hermanos.

La Salvación es don y misterio del amor de Dios, pero también urdimbre santa de Dios y el hombre; no hay medias tintas, no hay espacio para relativismos. Se vive y encarna el Evangelio sin tibieza, el resto es pura y vana apariencia. Ésa, precisamente, es la puerta estrecha, vivir en plenitud la Buena Noticia, en compasión y justicia, en Espíritu y en verdad.

Aún así, cuando llegue el tiempo de rendir cuentas, no hay que andarse con temores. Nos espera un Cristo pleno de bendiciones, que nos quiere convidar a todos a su mesa grande de hermanos, con un gratísimo vengan benditos de mi Padre, porque no lo olvidamos en los hermanos desvalidos.

Paz y Bien

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