Corazones encendidos por el fuego del Espíritu
















Para el día de hoy (24/10/19):  

Evangelio según San Lucas 12, 49-53






Contrariamente a cierta tendencia muy presente entre nosotros, Jesús de Nazareth no es un personaje liviano y suave, adaptable a cierto carácter que lo vindica en un plano de dulzura falaz, inocua y complaciente.

Nada de eso.

Jesús el Cristo es un hombre encendido por el fuego del Espíritu, por ese fuego que se expresa en el celo puesto en las cosas del Reino y que nada ni nadie puede detener.

A diferencia de nuestros fundamentalismos, no es un fanático, pues alguien tal es incapaz de ver al otro y se encierra en su soberbia.
Aún así, su compromiso y su entrega son tan decisivos y totales que separan las aguas, inaugurando un nuevo éxodo, no dejando lugar a medias tintas.

Ese fuego que lo enciende jamás decrece, y a los que siguen en fidelidad sus pasos les sucede lo mismo.
Ese fuego es tan intenso que la luz que resplandece causará divisiones y enfrentamientos: su fulgor deja a clara vista lo que está vivo y lo que nos vá muriendo.

Por ello su paz no es ni la pax romana de la imposición ni la quietud de las necrópolis, ni la falacia de las torpes comodidades. Es una paz que moviliza, que despierta, que impulsa, que no nos deja quietos, que forja nuevos vínculos, inclusive aún mayores y más profundos que los heredados por la biología.

Ese fuego no puede jamás ser atado a ninguna negociación o componenda que pretenda minimizar sus efectos. La Gracia no se acota, es incontenible y asombrosa.

Hay que animarse a dejarse encender.

Paz y Bien

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