Peregrinos en la esperanza de un Dios bendito que no nos abandona















Para el día de hoy (31/10/19):  

Evangelio según San Lucas 13, 31-35







La escena es cuanto menos extraña, y podemos arribar a diversas conclusiones: que un grupo de fariseos se acerque al Maestro para prevenirlo del riesgo del accionar de Herodes estará teñido de sospecha. Quizás haya un entresijo político, pues solían disputar espacios de poder herodianos y fariseos; tal vez pretendan que Jesús de Nazareth llegue sin sobresaltos a Jerusalem, porque allí ellos tienen un control casi total de la situación, o simplemente, intentan amedrentar el andar misionero del Maestro con la infusión de un miedo real, palpable.

Como sea, el peligro está allí, creciente. La sombra ominosa de la muerte, la violencia, la injusticia parece agrandarse minuto a minuto. Cristo lo sabe, y a pesar de todo permanecerá fiel a su misión hasta el fin.

Su respuesta es valiente y tiene cierto humor entrañable, como si le transmitiera una agenda puntual al tirano, pero a su vez hay una revelación trascendente, pues el tercer día en que consumará su obra es el tercer día de la Resurrección, el tercer día definitivo de una nueva creación.
Hay también un indicio magnífico: la fidelidad es crucial, más al enemigo, al demonio de todas las amenazas no tolera ni el buen humor ni el ridículo. No hay fuerza mayor que la firmeza de las convicciones ni las sonrisas que no pueden borrarse, aún cuando los dispensadores de luto se esmeren en sus mañas.

El Maestro se encamina decidido a Jerusalem para cumplir su vocación, permaneciendo firme en los sueños del Padre y asumiendo en su persona toda la historia y tradiciones de su pueblo.
Él nos revela también el rostro materno de Dios, la ternura del Creador que no se resigna nunca ni jamás deja de congregar y reunir a todos sus hijos dispersos.

En Cristo hay una perpetua afirmación de la vida que es también vocación y misión para todos nosotros. La búsqueda del bien del prójimo, expresar el amor de Dios aún cuando la noche parezca no terminarse, aún cuando redoblen los tambores del espanto, aún cuando todo indique que es mejor guardarse para tiempos más ligeros. 
Afirmar la vida con todo y a pesar de todo, peregrinos en la esperanza de un Dios bendito que no nos abandona.

Paz y Bien

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