Todo pierde sentido si no somos capaces de vivir en el amor y encarnar la misericordia













Para el día de hoy (19/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 1-7











De un modo similar al de muchos de ellos, prejuzgamos y encasillamos de antemano como lo malo, lo nocivo, lo abyecto. Pero los fariseos eran hombres profundamente piadosos y rigurosamente religiosos, al punto que el término fariseo proviene del hebreo -pherusim- y significa separado; ello refiere a una élite de puros, de estrictos observantes de la Ley de Moisés hasta sus mínimos detalles, ávidos juzgadores de los que no cumplen las normas del mismo modo que ellos.

En cierto modo, eran religiosamente correctos: ayunaban cuando estaba indicado, realizaban las abluciones rituales, no se contaminaban con extranjeros, cumplían puntillosamente los ciclos de plegarias.

Entonces, desde esa perspectiva, cuál es el problema?

El problema es que bajo esa profusa práctica religiosa no había corazón, no había un horizonte en donde se conjugara a Dios y al hermano. El problema -la levadura farisea- es la hipocresía, es decir, extremar el cuidado de las apariencias pero en la raíz nada cambia, no hay conversión, sólo búsqueda de un reconocimiento plano y afirmación de los privilegios.
Una religiosidad de unos pocos puros, una fé mercantil que troca actos piadosos por bondades divinas, nada tiene que ver con la asombrosa dinámica de la Gracia.

Uno no es más importante por pertenencia o por prácticas. Todos somos valiosos por el inmenso don de ser hijas e hijos de Dios, humildes servidores de la verdad, una verdad que se gritará llegado el caso sobre los tejados. La Buena Noticia no es un arcano reservado a la fé de unos escasos y selectos elegidos.

De ese modo, Jesús de Nazareth era religiosamente incorrecto de manera irremediable, más nó como un torpe provocador, sino por fidelidad al amor del Padre, en su afán incansable de rescate de los perdidos, de socorro a los desvalidos, de mesa grande de hermanos y amigos.

En la rigurosidad cultual y la observancia de las normas, siempre es dable y saludable su observación y práctica. Pero todo queda en segundo plano o bien carece de destino y trascendencia si nó somos capaces de vivir en el amor, de encarnar la misericordia, famélicos buscadores de paz y justicia, para mayor gloria y alabanza de Dios, aún con las críticas de los poderosos, propios y ajenos.

Paz y Bien

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