La voz de Dios que se escucha en los sitios más inesperados











Para el día de hoy (21/07/18):
 
Evangelio según San Mateo 12, 14-21



Es usual despreciar a los fariseos y dirigentes religiosos de los tiempos del ministerio del Señor; pero, a veces, este desprecio nos lleva a minusvalorarlos.

Es que estos hombres eran muy inteligentes, y expertos en sus conocimientos religiosos, lo que los favorecía enormemente a la hora de adecuar sus doctrina a sus necesidades. Así volcarán todos esos saberes a su propio favor para fundamentar la eliminación lisa y llana de ese rabbí galileo revoltoso, subversivo y blasfemo.

Es que Jesús de Nazareth se había vuelto demasiado peligroso: el pueblo más sencillo lo escuchaba y seguía, y Él se atrevía a hablar en nombre de Dios y a actuar también en su nombre por fuera de esa estructura que tanto los favorecía.
Podemos suponer que todo iba más allá de un quebranto de la ortodoxia: encontraban amenazados su status, sus prebendas, su autoridad y su poder dominante sobre los otros, y por ello cualquiera que se atribuya la bendición de Dios por fuera de los canales prescriptos por ellos, deberá ser eliminado.

La contraposición no puede ser más extrema: los fariseos que traman encontrar el modo óptimo de suprimirlo, y Él que no se cansa ni descansa haciendo el bien allí en donde se lo necesita, sin preguntar pertenencias, sólo descubriendo los rostros dolientes y sufridos de quienes considera sus hermanos.

Aún sabiendo lo que se prepara en contra de su vida, Él no se detiene ni se esconde. No tiene un ego desbordado que añora la fama, ni es un empecinado buscador de adeptos en misión de afiliación. Es el servidor de todos -sin excepción- y Él pasa haciendo el bien sin estridencias, revelando el rostro bondadoso de un Dios que ama entrañablemente a toda la creación.

Por eso mismo, Jesús de Nazareth no es el portador de una divina balanza de juicios condenatorios. Él dispensa de modo asombroso y abundante salvación, que es liberación y justicia en pos de la felicidad.

Porque juicio y condena nos pertenecen. Nosotros elegimos perdernos, nosotros decidimos rechazarlo, nosotros denegamos la voz de Dios que puede escucharse en los lugares más insospechados.

Paz y Bien

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