En presencia del Señor, el mal férreamente establecido se trastoca y espanta
















Para el día de hoy (04/07/18):
 
Evangelio según San Mateo 8, 28-34








Hoy la Palabra nos sitúa en la Decápolis en la ciudad de Gadara, al sudeste del mar de Galilea.
Hay una geografía a la cual debemos prestarle atención, plena de los signos y símbolos que nos brindan los Evangelistas en estos detalles.

Es una región harto sospechosa de heterodoxia, teñida de cultura griega y cultos seguramente paganos: es de inferir que el manto de rechazo que se cierne sobre la zona presupone la imposibilidad de que Jesús de Nazareth realice allí milagro alguno.
No es algo demasiado distinto a nuestras condiciones de fé supuesta -como si la caridad y la mejor de las Noticias se acotara a algunos buenos y puros-.

La acción, los gestos y las Palabras del Maestro son mansamente revolucionarias y desafían cualquier condicionamiento previo, despertándonos del sopor de exclusiones varias.
Porque en todas partes agobia el dolor: el cementerio que significa la muerte, los cerdos -animales impuros para la cultura judía- que simbolizan las opacidades e impurezas que nos impiden aceptar el abrazo de Dios, el mar significante del caos y el alma en desorden.

Sin embargo, basta la presencia del Señor para que todo el mal férreamente establecido se trastoque y espante. No importa el lugar, no cuenta la intensidad, no hay resignación posible, y es mandato para todas las hijas e hijos de Dios anunciar con hechos concretos -a menudo en silencio- vida y liberación para todos, sin exclusiones ni condiciones previas.

Paz y Bien

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