Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Para el día de hoy (18/06/17)
Evangelio según San Juan 6, 51-58
Esos hombres estaban desconcertados y ofendidos, tan cautivos de esa literalidad a la que se sometían, tan presos de una religiosidad retributiva, tan dados a las abstracciones.
Todos ellos eran muy religiosos, hombres profundamente piadosos y, a su modo, férreamente arraigados en la fé de sus mayores. Así entonces, si fueran invitados a una celebración en donde se sirviera carne como gran manjar exclusivo, ellos se preguntarían primero si ese plato es kosher/kashrut, es decir, si cumple con los preceptos de la Ley mosaica respecto de los alimentos permitidos, de aquellos alimentos considerados puros, entre lo que destacará también el modo en que el animal debe sacrificarse, sin que implique consumir sangre bajo ningún punto de vista, y ello tiene que ver, simbólicamente, con que la sangre representa la savia de la vida misma en la biología.
Ellos se sienten confundidos, ofendidos y escandalizados frente a ese rabbí nazareno que se ofrece Él mismo como alimento para la humanidad, de un modo tan explícito, tan carente de figuraciones, y el escándalo que los sobrevuela está originado por varios factores.
Que el mismo Cristo, a partir de un antiguo y venerado ritual de pastores, se ofrezca como alimento concreto sin mediación de la pura simbología es terriblemente conflictivo y horroroso. Hablamos de carne y de sangre, de biología y existencia, de la vida toda como plato principal para desterrar todos los hambres.
Lo sacrificial no puede pasarse por alto: nuevo cordero pascual que salva al pueblo, este Cristo se señala a sí mismo como sacrificio generoso, y es menester regresar a su significación primera: sacrificio implica hacer santo o sagrado lo que no lo es, y Él se ofrece para que el mundo, la vida, cada persona sea santa, permanezca con vida, sea de Dios y para Dios en Dios.
El ofrecimiento primero devengará en rotundo rechazo en la cruz: el rabbí galileo morirá en la cruz como un marginal, como un maldito, nada kosher, opuesto a todo lo que conocen y sostienen, carne repudiada, alimento que no es tal.
Sin embargo, lo que más molesta y que flota tácitamente en ese ambiente tan cargado es que Dios mismo, en ese Cristo de pan y vino, de carne y sangre, se ofrezca a la humanidad sin condiciones previas para que todos vivan para siempre.
Un Dios ofrecido destierra cualquier idea de méritos acumulables que puedan trocarse por beneficios o bendiciones divinas, balances positivos que habiliten el acceso a cielos postreros.
Concreto y real, Dios ofrecido, Cristo sacrificado por todos y por cada uno, mesa inmensa tendida en donde nadie debe faltar, vida compartida que celebra la vida ofrendada, Eucaristía que compromete con un para siempre en la abnegada y humilde oblación de estas pequeñas existencias que somos, y que hacen que la vida se expanda pues, en cada mujer y en cada hombre hay un templo vivo del Dios de la vida.
Paz y Bien
Todos ellos eran muy religiosos, hombres profundamente piadosos y, a su modo, férreamente arraigados en la fé de sus mayores. Así entonces, si fueran invitados a una celebración en donde se sirviera carne como gran manjar exclusivo, ellos se preguntarían primero si ese plato es kosher/kashrut, es decir, si cumple con los preceptos de la Ley mosaica respecto de los alimentos permitidos, de aquellos alimentos considerados puros, entre lo que destacará también el modo en que el animal debe sacrificarse, sin que implique consumir sangre bajo ningún punto de vista, y ello tiene que ver, simbólicamente, con que la sangre representa la savia de la vida misma en la biología.
Ellos se sienten confundidos, ofendidos y escandalizados frente a ese rabbí nazareno que se ofrece Él mismo como alimento para la humanidad, de un modo tan explícito, tan carente de figuraciones, y el escándalo que los sobrevuela está originado por varios factores.
Que el mismo Cristo, a partir de un antiguo y venerado ritual de pastores, se ofrezca como alimento concreto sin mediación de la pura simbología es terriblemente conflictivo y horroroso. Hablamos de carne y de sangre, de biología y existencia, de la vida toda como plato principal para desterrar todos los hambres.
Lo sacrificial no puede pasarse por alto: nuevo cordero pascual que salva al pueblo, este Cristo se señala a sí mismo como sacrificio generoso, y es menester regresar a su significación primera: sacrificio implica hacer santo o sagrado lo que no lo es, y Él se ofrece para que el mundo, la vida, cada persona sea santa, permanezca con vida, sea de Dios y para Dios en Dios.
El ofrecimiento primero devengará en rotundo rechazo en la cruz: el rabbí galileo morirá en la cruz como un marginal, como un maldito, nada kosher, opuesto a todo lo que conocen y sostienen, carne repudiada, alimento que no es tal.
Sin embargo, lo que más molesta y que flota tácitamente en ese ambiente tan cargado es que Dios mismo, en ese Cristo de pan y vino, de carne y sangre, se ofrezca a la humanidad sin condiciones previas para que todos vivan para siempre.
Un Dios ofrecido destierra cualquier idea de méritos acumulables que puedan trocarse por beneficios o bendiciones divinas, balances positivos que habiliten el acceso a cielos postreros.
Concreto y real, Dios ofrecido, Cristo sacrificado por todos y por cada uno, mesa inmensa tendida en donde nadie debe faltar, vida compartida que celebra la vida ofrendada, Eucaristía que compromete con un para siempre en la abnegada y humilde oblación de estas pequeñas existencias que somos, y que hacen que la vida se expanda pues, en cada mujer y en cada hombre hay un templo vivo del Dios de la vida.
Paz y Bien
1 comentarios:
La eucaristía es un banquete en el que comemos con Cristo, comemos a Cristo, y somos comidos por Cristo.
Publicar un comentario