La lámpara que resplandece








Para el día de hoy (16/12/16):  

Evangelio según San Juan 5, 33-36



Las autoridades religiosas habían enviado a sacerdotes y levitas desde Jerusalem para estudiar e indagar a Juan, su encendida prédica a la conversión, su bautismo prodigado a tantos que en verdad querían regresar a Dios. 
Envían expertos e inspectores con un único cometido, que es determinar la posible patología o tal vez la blasfemia del Bautista. Se estaba volviendo demasiado influyente y  por eso mismo peligroso, y esa inspacción buscaba silenciarle mediante la imposición de rótulos de locura o de heterodoxia. No debe de extrañarnos, pues a menudo, frente a la fresca irrupción de un profeta, se despachan veloces tamizadores de ortodoxias que suelen esgrimir la espada del silencio pero nunca el abrazo de la misericordia. Detectores feroces de todos los errores, las apostasías y los dogmas vulnerados, soberbios defensores de Dios.

La diferencia es demoledora. La misión de Juan es iluminar en medio de las sombras, resplandecer para que las miradas se enfoquen en el Cristo, y la misión de Cristo es la salvación de todos los hombres y todos los pueblos. La misión de esos hombres es suprimir a los profetas y censurar las voces jóvenes, buenas y nuevas.

El Maestro insiste en ello reiterando el término testimonio: esto es crucial. Para la legislación judía vigente en su tiempo, la veracidad de un testimonio había de sustentarse mediante el concurso de dos testigos. 
La verdad de la misión redentora del Señor, para esa mentalidad, se sustenta mediante el testimonio de Juan el Bautista y del mismo Cristo mediante sus obras, que hablan por sí mismas del amor de Dios. De allí la afirmación del Maestro: su misión no requiere -para nada!- de la argumentación de apólogos o abogados, pero en este caso se trata de la salvación de esos hombres severos y presos en sus esquemas mezquinos. Son sin dudas el enemigo, pero el corazón sagrado del Señor sangra por ellos también, por su redención.

Juan era una lampara resplandeciente en medio de tantas sombras, de tantas angustias, de tantas esperanzas resignadas, manteniéndose como señal de auxilio para el pueblo que anda en sombras.
Hoy también otros tantos, humilde y tenazmente, se encienden de fidelidad y servicio. Hoy también se desconfía de ellos, se los desprecia, se los censura con inusitada rapidez por romper los moldes, porque la humildad molesta, porque la verdad lastima ciertos oídos rígidos e incomoda a los poderosos. Profetisas de cocinas para los pobres, sacerdotes del humilde y paciente servicio, religiosas de  la oración cotidiana, profetas de barrio, todos los mensajeros que nos sostienen en la esperanza. Un hermano queridísimo que hoy lleva las sandalias de Pedro.

Que Dios nos siga encendiendo testigos fieles y obstinados.

Paz y Bien

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