Todos somos mendigos de la misericordia de Dios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para el día de hoy (14/08/20):  

Evangelio según San Mateo 19, 3-12

 

 

 

 

Los fariseos se acercan al Maestro con ánimos más que polémicos, pues no hay búsqueda de verdad en la discusión que pretenden iniciar, pues buscan provocar el error, la trampa que haga fallar en la ortodoxia religiosa a Jesús y, de allí, desacreditarlo frente al pueblo y juzgarlo por medio del Sanedrín.
Sin embargo, entre ellos mismos hay posiciones encontradas; baste como ejemplo la escuela de rabbí Shammai, que atribuía la cuestión de la responsabilidad del divorcio al adulterio o a una conducta inmoral por parte de la mujer, mientras que la escuela de rabbí Hillel aceptaba como motivos válidos o legales también poca capacidad en la cocina, o simplemente que la esposa dejara de atraer o agradar al esposo.

En cualquier caso, el libelo de divorcio era potestad única del varón, dejando en una consideración inferior e infamante a la mujer. Como decía un sabio de estos lares, todos somos iguales pero algunos son más iguales que otros.

Por eso, la cuestión acerca de la observancia de la Ley iba mucho más allá de intentar hacer tropezar a Jesús de Nazareth. La clave radicaba en un legalismo extremo en donde no había lugar para Dios, en donde el acceso del simple fiel estaba vedado, en donde se antepone el precepto a la propia vivencia pascual del Dios de la vida.
Tras esquemas así, no hay posibilidad de fraternidad ni de -mucho menos- nunguna novedad, y la percepción de lo bueno. Buenas Noticias de nuestra liberación, del amor de Dios.

La cerrazón de esos hombres era tal que el Maestro discurre por los andariveles de su propio lenguaje. Pero no se embarca en casuísticas legalistas ni en literalidades vanas. Sólo les revela y recuerda que todos ellos han olvidado y por ello han renegado del plan de Dios, vida plena y abundante para todos.

Sueño de Dios es la convergencia, el conjugar -cónyuges- la vida de una mujer y un hombre desde el amor, edificando familia, la bendición de los hijos, la alegría de vivir y envejecer juntos, con todo y a pesar de todo, una vida nueva que es mucho más que un pacto societario. Es una bendición feliz de nuestro Dios, aunque los egoísmos y diversos dramas que permitimos germinar coarten esos sueños infinitos.
Y más aún, su acabada comprensión es producto de la fé.

No obstante ello, tenemos una gran deuda de caridad para los que ese proyecto de familia, ese tallo de amor ha quedado trunco. A menudo y aunque sean necesarios, en los estrados tribunalicios el amor se dá de bruces contra el suelo.
Grave error es quedarnos en el reglamento. Los hermanos que han quedado a la vera de sus caminos y que quieren ponerse en marcha al amparo de Dios siguen siendo, precisamente, hermanos, tan hijas e hijos de Dios como el que más. ¿Con qué autoridad estamos revestidos para su juicio, para condenar sus divergencias?

Todos somos mendigos del a Misericordia de Dios, que se nos brinda inconmensurable, abundante, asombrosa y con una maravillosa desproporción respecto a cualquier mérito.

Paz y Bien


1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Señor, haznos Misericordiosos! San Maximiliano María Kolbe, Ruega por Nosotros! Paz y Bien!

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