No hay imposibles para Dios...ni para el hombre que cree en Él

 





































Para el día de hoy (08/08/20):

Evangelio según San Mateo 17, 14-20



Nos encontramos en Cafanaúm: un hombre se pone a los pies del Maestro, pura súplica y desesperación. Es que su hijo sufre de epilepsia; estamos en la Palestina del siglo I, sin avances médicos y con los riesgos que ello implica.


La dolencia terrible y sin alivio no quedaba en el dolor físico y psicológico: se presuponía que este tipo de enfermedades eran consecuencia de la acción de fuerzas malignas, de espíritus impuros, de demonios. Así, quien estaba enfermo -y su familia- estaba también condenado al ostracismo social y a la exclusión religiosa.


Los discípulos no pudieron hacer nada: creyeron que les bastaba el poder con el que habían sido investidos por el Señor, pero no era suficiente al igual que no es suficiente el poder que se detenta, los rótulos que se portan, la misión que se encomienda.

Por ello mismo las palabras tan dolidas y duras de Jesús de Nazareth.

Es una generación per-versa porque aún no se atreve a ser con-versa, a transformar la totalidad de su existencia en la sintonía del Reino, tiempo de Dios y el hombre.

Es una generación incrédula, porque creer es mucho, mucho más que adherir a una doctrina. Creer es ante todo y por sobre todo, confiar en Alguien y desterrar para siempre toda tentación del no se puede.


A pesar del enojo y la tristeza, el Maestro no se queda quieto, así como Dios jamás descansa en la búsqueda de nuestro bien a pesar de nuestras miserias y quebrantos. Es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida y ello se expresará en la liberación plena de ese muchacho, alma al fin ligera de cualquier cadena que puede erguirse en humanidad.


Quiera el Espíritu que Sus palabras nos vuelvan a doler. Porque no nos animamos a cambiar, a converger allí mismo, hacia la vida que brota como manantial joven.

Y porque aún no creemos, y hay muchas montañas que trasladar, cerros tiesos de resignación y exclusivismos que debemos volver móviles al encuentro de Dios en el hermano.


Paz y Bien

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