Santa María de los pastores, Madre de Dios




Santa María, Madre de Dios
 
Para el día de hoy (01/01/16): 

Evangelio según San Lucas 2, 16-21




Que los pastores de las cercanías de Belén sean los primeros en llegar hasta el pesebre en donde ha nacido ese Niño, el Hijo maravilloso de María, no es casual. Lo hacen mediante una invitación preferencial que es señal de las preferencias amorosas de un Dios que no es para nada imparcial.

En aquellos tiempos, los pastores estaban considerados como una suerte de intocables: vivían al abrigo de la noche por cuestiones de oficio, por lo general sumidos en dura pobreza, y su contacto con animales sin control religioso los volvía impuros rituales. Además, dentro de la estimación social, eran observados con aguda desconfianza, pues se los consideraba de antemano amigos de lo ajeno. Así, muchachos y hombres a los que nadie quiere, a quienes nadie invitaría a su casa y a su mesa, tienen un lugar muy preciado en los afectos de Dios, y por ello el mensaje de paz del Mensajero del Altísimo.
Dios comienza la Salvación desde los márgenes, desde quienes no cuentan para nadie.

Pero hay otra cuestión, más simbólica y profunda: Abraham -padre de naciones-`y David -padre de la nación judía- eran pastores empeñados en su oficio, convocados por Dios en su misma cotidianeidad y desde sus rebaños para edificar un pueblo santo desde la fé.
Así entonces la convocatoria a los pastores de Belén es una insondable y amable invitación de Dios para pertenecer a un pueblo nuevo y santo que Dios construirá pacientemente desde la piedra angular, el Cristo, que ahora se adormece en los brazos de su Madre.

El mensaje del Ángel no le pertenece a éste, el mensaje es Palabra del mismo Dios, y los pastores -quizás deslumbrados, seguro temblorosos- aceptan ese mensaje, esa Palabra, se fían de ella. No les moviliza el andar veloz la simple curiosidad, sino que creen que allí, en ese sitio insospechado, y encuentran a la Sagrada Familia y al signo que Dios les ha dado a ellos y a todas las generaciones: el Salvador se manifiesta, y lo reconocerán envuelto en pañales. Y ellos alaban y agradecen estar presentes, agradecen que Dios cumpla sus promesas, y a ese Dios que los tiene en cuenta como suyos lo glorifican.

En cierto modo, nuestros itinerarios cognoscitivos y espirituales pueden ser oscilantes, y se corresponden con esos pastores belenitas. Podemos dejarnos llevar por la indiferencia o por el simple empujo de la curiosidad, pero todo quedará allí: es que para el plano acotado de la razón, sólo encontraremos un Niño frágil, indefenso, que requiere de los cuidados de sus padres y de todos los parientes, todos nosotros.
O bien, desde una mirada de fé, confiarnos en lo que se nos anuncia. Y allí sí, como al viejo pastor de Ur, tantas estrellas como descendencia, tanto tiempo esperando a ese Niño Santo que es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.

A María de Nazareth se le encienden los ojos a puro asombro y gratitud. Escucha a los pastores, escucha las honduras de su alma, y sabe que ese Niño es mucho más que un vástago. Como árbol fuerte de la Gracia, atesora todo en lo profundo de su corazón, y con el tiempo las comprenderá.
María de Nazareth es Madre por parir pero también es Madre por creer, por dejar en su humildad que la Gracia de Dios la haga plena.
María de Nazareth tampoco se quedará quieta, al igual que esos pastores, y es Madre de Dios, discípula y amiga de un tiempo que comienza y que no tendrá fin.

El nuevo año apenas despunta. Que sea sendero de verdad y vida, de Cristo, y de presencia y ternura de la Madre. Donde está la Madre está el Hijo, y a Ella le suplicamos que le cuente al Hijo de nosotros.

Muy Feliz Año Nuevo!

Paz y Bien

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