El buen viento en contra




Para el día de hoy (09/01/16): 

Evangelio según San Marcos 6, 45-52




La multitud ha quedado saciada, del pan del sustento y del Pan de Vida, la Palabra de Cristo. Es hora de ponerse en marcha y no aferrarse a lo que ha salido bien, pues los parámetros éxitos/fracasos no deben condicionar el anuncio de la Buena Noticia. Y allí había un germen de restauración de Israel, de coronar rey a Jesús de Nazareth, de desviar erróneamente la mirada del signo ofrecido, el amor de Dios.

Por eso llama poderosamente la atención que el Maestro obligue a los suyos a que se suban a la barca y naveguen hacia la otra orilla, a Betsaida. Hay una señal allí, y es que los discípulos hubieran preferido quedarse entre esa multitud exultante, ejerciendo cierto tipo de tutela o gobierno. Además, Betsaida se encuentra en la zona de la Decápolis, es decir, en tierra extranjera, tierra pagana, y es indicativo de la universalidad de la misión. La Buena Noticia no se acota a Israel, la luz del Evangelio ha de llegar a todas las naciones, y abandonar en el pasado ciertas categorías de una religiosidad que oprime.

La contraposición es evidente: el Maestro orando en el monte, en soledad. Los discípulos en la barca, remando penosamente sin avances. El viento en contra está antes en sus corazones y en sus mentes que en el clima que impera en el mar de Galilea. El viento en contra es su disgusto por ir a tierras paganas, el viento en contra es seguir aferrados a los viejos esquemas en donde no hay lugar para la Buena Noticia.
Como un nuevo Moisés, el Maestro los ha conminado a emprender un nuevo éxodo, pero ese éxodo parece haber quedado suspendido, entre paréntesis, expresado en esa barca que no se mueve por más que se esfuercen.

El Maestro entonces se dirige hacia ellos, caminando por sobre las aguas, símbolo de los pasos divinos por sobre el dorso del mar, un Cristo que se acerca a la barca de la Iglesia cuando ella se estanca en sus enredos orgullosos y torpes, en sus soberbias infidelidades.
Él parece que pasa de largo, como Dios pasa de largo por sobre el pueblo infiel en el desierto. Es un hombre íntegro -totalmente hombre, ellos lo conocen- pero ahora se revela como totalmente Dios, y por ello, por esos criterios vanos, creen ver a un fantasma, porque ese Dios no encaja en el molde de sus esquemas, una imagen que es más una caricatura que un retrato fiel del Dios que los ama sin desmayos.

Con todo y a pesar de todo, no hay recriminaciones. Palabras de paz, palabras de aliento son la bendición que ese Maestro, que es su Señor pero también es su hermano y es su amigo, les brinda. Con Cristo a bordo, el viento en contra cede indefectiblemente.

Tal vez -sólo tal vez- sea menester desear que nos sobrevengan esas dificultades, esos buenos vientos en contra. Darnos cuenta que no vamos a ninguna parte sin el Maestro. Y por sobre todas las cosas, que Él jamás nos dejará varados, librados a nuestra suerte, presos de nuestros fantasmas.

Paz y Bien
 

1 comentarios:

pensamiento dijo...

Cuando se ha comprendido que Dios nos ama, sólo queda una cosa que hacer: ofrecerse al amor para que él haga de nosotros lo que quiera. Gracias, un buen fin de semana en el Señor.

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