Para el día de hoy (17/06/11):
Evangelio según San Mateo 6, 19-23
(Desde distintas vertientes filosóficas, sociológicas e ideológicas se ha analizado el fenómeno y la importancia del capitalismo, sus raíces y consecuencias; muchos de estos análisis a menudo no están exentos de un juicio moral antes que ético, y quizás ese sea el primer error.
Sin embargo, hay algunas cuestiones evidentes que pueden sernos de utilidad a la hora de la reflexión: sin temor al error, podemos señalar que fenomenológicamente el capitalismo tiene dos distingos principales, esto es, una índole de acumulación y un carácter de individualismo acérrimo.
Más allá de que desde la perspectiva trascendente de la Buena Noticia del Reino nada sería más ajeno -en contraposición al compartir y a lo comunitario-, el mismo Dios del Universo que se nos revela en Jesús de Nazareth se nos revela como un Padre que no se reserva nada para sí y más aún, descubrimos su esencia como amor, es decir, donación permanente, salir de sí al encuentro del otro.
Mucho de esta praxis se nos ha infiltrado en nuestra religiosidad: no nos son para nada desconocidas esas tendencias a acumular méritos cultuales y piadosos, es decir, a mayor participación en actos de culto -puertas adentro del templo- y a mayor cantidad de oraciones repetidas a ultranza, mejor y más elevado será nuestro status espiritual, almas endurecidas en la búsqueda de premios y recompensas divinas versus castigos y condenaciones eternas, comercio y trueque de lo que no se obtiene y procura mediante acción alguna, sino que más bien es don y misterio pues tiene el perfume inconmensurable de la Gracia, de lo gratuito, de lo dado sin condiciones.
No es sólo cuestión de un ethos que supere lo cualitativo; antes bien, todo tiene raíz cordial.
Las palabras del Maestro nos invitan hoy a cambiar los ojos, y a recomenzar a ver nuestras existencias con la mirada de Dios. Quizás descubramos que allí está la raíz de nuestros problemas, en que no miramos más allá de nuestros intereses individuales, desde el egoísmo y la avaricia, y esto hemos de imaginarlo extrapolado a lo social, lo político y lo económico.
Vidas encerradas en sí mismas, que no saben de desprendimientos y generosidad, de comunión y misericordia son vidas oscurecidas en donde sólo campeará la muerte propia y el mal de muchos)
Paz y Bien
Fredy...
Hace 2 horas.
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